El 29_06_08, a las 14:30. La Colonia Alemana no pudo celebrar. Tampoco ganaron en la quiniela. /Fotografa:Francisco Rodrguez.E./La Nacion.
Ayer los aficionados alemanes sufrieron tanto durante el partido que su equipo jugó contra España como los ticos cuando la Sele se enfrentó a Granada.
Manos detrás de la cabeza, gritos al televisor, aullidos al cielo y al final una amarga tristeza teñida de resignación...
Así vivió la colonia alemana que reside en Costa Rica la final de la Copa Uefa 2008 en la que los teutones cayeron por la mínima contra la Furia Roja de España.
“No puede ser, no puede ser...”, vociferaba molesto Jürgen Plotelot antes de maldecir en su lengua el desempeño de su selección.
Plotelot fue uno de los 150 seguidores de la escuadra alemana que ayer llenaron el Club Alemán en Los Yoses, San José.
Alemanes radicados desde hace décadas en Costa Rica, sus familiares, amigos y algunos estudiantes de intercambio.
Todos ellos se convirtieron, al menos por 90 minutos, en entrenadores, árbitros y estrategas, al igual que lo hacemos los ticos cuando juega la Tricolor.
Ambiente. La fiesta comenzó con mucha cerveza y la esperanza en la ingeniería alemana, pero con el pasar de los minutos la desesperación se adueñó del ambiente.
Ya para el minuto 15 los ibéricos dominaban en el terreno de juego y las caras de frustración se apoderaron de los alemanes.
Cada vez que los españoles se aproximaban al gol, los aficionados teutones perdían la respiración y la volvían a recuperar hasta que pasaba el peligro: escenas de infarto futbolístico.
Entre ellos comentaban, sugerían cambios y analizaban el porqué su equipo no carburaba.
La alegría de ver a Michael Ballack salir como titular se esfumó cuando el Niño Torres anotó el único gol del partido.
Las críticas al cancerbero Lehmann llovieron a la vez que –una vez pasado el trago amargo de la anotación– alabaron el buen rendimiento del delantero español.
Esperanza. El medio tiempo sirvió para un análisis profundo.
Nada estaba perdido; aún faltaban 45 minutos.
“Dos a uno, esto va a quedar dos a uno, acuérdese de mí”, le dijo a este periodista el empresario Volker Harms, quien lleva más de 40 años de vivir en Costa Rica.
Pero él no fue pitonisa, las redes no se volvieron a mover.
Con el pitazo final la cerveza se volvió más amarga que nunca; sabía a derrota y a lágrimas.
El triste momento se aprovechó para revelar los resultados de la quiniela; nadie pegó el marcador, nadie apostó por una derrota. “Será la próxima”, se decían consolándose, apesadumbrados...