El propio Giuseppe Bergomi, nombre ilustre con la camisa azzurra, esgrimió el jueves este argumento antes del partido contra Eslovaquia. “Italia empieza a jugar bien en segunda fase”, aseguró en un diálogo con la prensa tica.
Solo que esta vez el
Italia mostró la fogosidad que no había tenido en sus presentaciones anteriores, pero igual se ahogó en la orilla. Consiguió dos goles y casi al mismo tiempo recibió otros dos por descobijar la retaguardia, además del que encajó en la primera parte, para un 2-3.
Antes del compromiso los italianos mostraban confianza en avanzar, aunque fuera con sufrimiento. Ya están acostumbrados.
“Tal vez el equipo no tiene el talento de Brasil o Argentina, pero Lippi armó un grupo fuerte”, comentó Bergomi, nombre de referencia en la zaga azul durante las décadas de los 80 y 90, quien visitó el Ellis Park de Johannesburgo como comentarista de televisión.
Poco después los italianos comprobaron que no siempre les alcanza eso de apurar al final.
Luego del flojo inicio, la Azzurra se disparó hasta el título. Paolo Rossi sacó la artillería pesada con seis goles en los partidos decisivos, incluyendo los tres de la victoria contra el Brasil de Zico.
Para Estados Unidos 94, Italia avanzó a la siguiente ronda en el segundo lugar de su grupo, detrás de México. Fue el bloque más cerrado: todos terminaron con cuatro puntos, y solo Noruega quedó fuera por haber anotado menos.
A partir de ahí la
“Italia suele ser fuerte después de la primera fase. A partir de entonces puede esperar y contragolpear, porque su fuerte es la defensa”, insistió Bergomi el jueves.
Ese estilo le permitió, por ejemplo, resistir 120 minutos ante la Francia de Zinedine Zidane en la final de Alemania 2006, para después ganar con sangre fría en penales.
“Cuando Italia logra despertar, es muy peligrosa”, recordó Bergomi. El problema es que esa vez el