Boston. AP El apodo más popular de David Ortiz es Big Papi, pero sus compañeros de equipo prefieren llamarle Cooperstown y tal vez ese alias es el más apropiado para el rey de Boston.
En Cooperstown, al norte del estado de Nueva York, se encuentra el Salón de la Fama del Béisbol, hacia donde el dominicano parece destinado a tener una placa con unas oraciones que le describan como el mejor bateador designado de la historia, además de un pelotero que no falló en rendir en la postemporada.
Ahora, enlazada a los tres campeonatos de las Medias Rojas en 10 años, la jerarquía de Ortiz alcanza un nivel imponente.
Su producción en la Serie Mundial ha sido colosal, propia de un extraterrestre. Acudió al plato en 25 oportunidades, conectó 11 hits y recibió ocho boletos, produciendo seis carreras.
Igualó la marca que Barry Bonds fijó en 2002, al embasarse en más de tres veces en cinco partidos, llevándose el premio al más valioso por primera vez.
Su promedio al bate de .688 y el porcentaje de embasado de .760 quedaron como los segundos más altos en la historia del Clásico de Otoño, apenas por detrás de los registros de Billy Hatcher de .800 y .750 en 1990, con Cincinnati.
“Es por eso que le decimos Cooperstown, es que hace cosas de un Salón de la Fama”, dijo el receptor David Ross.
Espontáneo y franco cuando habla, Ortiz rebosa un carisma que le ha permitido ganarse la admiración no solo de sus compañeros, sino de los rivales.
“Es tremendo ser humano y un buen compañero, a pesar de no jugar juntos”, dijo Carlos Beltrán, el jardinero de los Cardenales.
Es el amo y señor del camerino de Boston, donde D'Angelo –su hijo de nueve años– tiene un casillero al lado del suyo. También es conocido por lucir trajes elegantes, camisas con colores chillones y diamantes brillantes. Hizo una costumbre organizar asados en su mansión para reunir al equipo.
Pero es ante todo un líder nato, orgulloso de proclamar que no le tiene miedo a los desafíos.
“Es la personificación de una súper estrella y buen compañero”, destacó Jon Lester.
Ortiz está por cumplir los 38 años y reiteradamente recordó durante octubre que está en la recta final de su carrera.
“Puedes ponerlo en una sola línea: el trabajo duro tiene su paga y esto es lo que hemos recibido”, sentenció Ortiz.