No importa si el apellido es Clinton, Pacheco o Pérez, todos los humanos, usted y yo, políticos y civiles, tenemos un genoma similar al de los ratones en un 85%.
Las diferencias son mínimas y muchos riesgos son compartidos. ¿Qué tal si, en lugar de celebrar un nuevo Día del Ambiente alabando nuestro compromiso con la conservación de la naturaleza, analizamos algunos riesgos? Porque los pobres ratoncitos, expuestos al aire contaminado, heredan mutaciones genéticas a su descendencia, por línea paterna. Este hecho es una seria advertencia. Máxime cuando ya se han encontrado cambios en los genes del esperma humano después de una exposición a la contaminación ambiental, y se acumulan evidencias sobre el aumento en la esterilidad masculina. No solo los gases son nocivos; las partículas suspendidas en el aire (emisiones de vehículos, industrias, hollín) desempeñan una función importante en la inducción de mutaciones genéticas. Los estudios en ratones indican que los contaminantes alcanzan el torrente sanguíneo, son transportados al hígado, luego a los testículos y finalmente alcanzan las células espermáticas. Estas evidencias se suman a los numerosos estudios epidemiológicos que demuestran el efecto negativo del aire contaminado sobre la salud, lo que incluye enfermedades cardiovasculares, respiratorias, cáncer de pulmón y anomalías en el desarrollo. Quienes dicen que todo esto es especulación, mejor comienzan a despertar del sueño y se familiarizan con la creciente literatura al respecto.
Grave amenaza. Tan abrumadoras son las evidencias, que 76 intelectuales y científicos franceses y extranjeros suscribieron, en días pasados, el Llamamiento de París, que pasó ignorado en las páginas de La Nación. La especie humana “está en peligro” y “la polución química constituye una amenaza grave para la infancia y la supervivencia del hombre”, dicen los firmantes y solicitan la aplicación del principio precautorio para prohibir los productos químicos contaminantes en el aire, el agua y los alimentos. Señalan que el 15 por ciento de las parejas europeas son estériles y uno de cada siete niños es asmático.
La salud es un derecho humano. La buena salud es una vía hacia el desarrollo y uno de sus principales productos. ¿Qué tal si, el Día del Ambiente, nuestras autoridades políticas nos regalan el compromiso firme de velar por el ambiente sano que nos garantiza el artículo 50 de la Constitución Política? Esto implica no solo proteger el ambiente físico (aire, suelo, agua, alimentos), sino reinvindicar el sistema de salud para que sirva a los costarricenses y no a los intereses de lucro de algunos grupos. Esto devolvería un poco la confianza del pueblo en sus gobernantes porque, junto al bienestar físico, el ser humano requiere bienestar mental y social.