¿Qué hecho histórico se conmemora en marzo?

La sociedad costarricense ha puesto un manto para tapar el recuerdo de la guerra civil de 1948.

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Estamos saturados de presente, pero ayunos de historia. Por eso, pasó inadvertido para la mayoría que este marzo se conmemoran siete décadas del acontecimiento político que marcó la historia contemporánea del país: la guerra civil de 1948.

Políticamente hablando, desde inicios del presente siglo, ese conflicto dejó de mover electoralmente al país de la forma como lo había hecho entre 1953 y 1998. Y ese olvido ha ocurrido a pesar de las deudas que nuestra sociedad tiene con el 48.

Dejando de lado los mitos sobre la democracia costarricense, como ha probado Iván Molina, Costa Rica realmente había construido un sistema político moderno exitoso hacia las primeras décadas del siglo XX.

Es cierto que algunos grupos no tenían derechos políticos (incluidas las mujeres), pero los liberales fueron capaces de inventar un discurso nacional que tomaba en cuenta a la mayoría de la población dentro de la nación.

Calderonismo. Para inicios de la década de 1940, los costarricenses estaban fuertemente identificados como una comunidad imaginada. El proyecto político de Rafael Ángel Calderón Guardia (1940-1944) completó el discurso liberal sobre la nación.

Para Calderón, la democracia costarricense estaba limitada por la inequidad social. Era necesario transformar la política enfocándose en los trabajadores y en la construcción de una sociedad con acceso a servicios de salud y de trato equilibrado para los pobres.

Calderón Guardia y sus colaboradores ampliaron el concepto de democracia para incluir la justicia social y ese discurso fue tan convincente que atrajo al Partido Comunista al gobierno. Todo ese proyecto tenía intereses electorales detrás, como originalmente indicara el politólogo Fabrice Lehoucq.

Los efectos de la Segunda Guerra Mundial, la persecución a las familias costarricenses de origen alemán, la división del Partido Republicano Nacional y la creciente polarización por efecto del desarrollo del sindicalismo y la reforma social impactaron aquel escenario.

La sociedad comenzó a partirse en 1942, cuando se legitimó públicamente el lema “ojo por ojo y diente por diente” para emprender desagravios personales y políticos que la campaña electoral de 1944 solamente promovió.

Después de eso, la violencia ascendió intempestivamente. Los crecientes grupos opositores denunciaron que el llamado calderocomunismo era solo un intento para crear una dictadura en el país y luego desacreditaron ese movimiento como un dogma ajeno a Costa Rica.

Violencia. Después de 1946, los dirigentes de la oposición contribuyeron a incrementar la distancia relacional y cultural entre los calderocomunistas y sus opositores. En ese contexto, la Huelga de Brazos Caídos (julio de 1947) les ofreció una oportunidad, como ninguna otra, a los oposicionistas para señalar a los calderocomunistas como ajenos a la nación.

Ya en ese momento, por la violencia, por actos vandálicos, por acciones terroristas, por los enfrentamientos diarios, por algunos muertos y por los discursos incendiarios incontrolables, Costa Rica estaba en guerra civil.

Cuando el conflicto estalló a mediados de marzo de 1948, se convirtió en un escenario abierto a la violencia. Así, varias personas de ambos bandos utilizaron el contexto para canalizar ofensas personales que habían sido cometidas en contra de ellas o de sus familiares.

La guerra civil fue un momento terrible donde ocurrieron acontecimientos espeluznantes de violencia y muerte que no se sanaron nunca.

Una deuda impresionante de nuestra sociedad con ese pasado es que ¡no sabemos cuántas personas murieron en aquel conflicto! Además, como no hay listas de todos los muertos, ignoramos su identidad. Lo que vino después de terminada la guerra (19 de abril de 1948) no frenó inmediatamente la violencia.

Traumas, odios y amarguras les dieron forma a las memorias de lo que había ocurrido. Para resolver esas luchas de las memorias, los bandos políticos acordaron un compromiso que debía avanzar hasta convertirse en una reconciliación y silenciaron esas memorias con una política de olvido.

El olvido. En gran medida, ni la sanación de las heridas ni la justicia tuvieron lugar en Costa Rica después de 1948. Las memorias populares de la guerra civil fueron confinadas en una “caja cerrada”, pero eso no significó que la gente dejara de crear y recrear en sus conversaciones en espacios privados sus memorias y las de sus familiares sobre la década de 1940.

Esa forma de recordar solamente sirvió para fortalecer interpretaciones individuales, subjetivas, a veces partidistas y muy comúnmente descontextualizadas de aquel proceso político y de la guerra civil, lo cual hizo más problemático su entendimiento.

Ahora, la sociedad costarricense ha lanzado, otra vez, un manto para tapar el recuerdo de la guerra civil de 1948. Seguimos, por eso, siendo injustos con el pasado, pretendiendo sepultarlo sin resolverlo.

Conmemorarlo, es decir, recordarlo en su complejidad, debería ser la oportunidad para ir sanando nuestra relación con esa historia, y eso nos da la posibilidad de mirar cómo enfrentar las severas rupturas sociales del presente.

El autor es catedrático de Historia de la Universidad de Costa Rica.