CAMBRIDGE– La posibilidad de que el intercambio de dinero en efectivo sea un medio de transmisión del coronavirus obliga a países de todo el mundo a reconsiderar el uso de efectivo.
Podría ocurrir que la covid‑19 termine siendo el catalizador que universalice los medios de pago digitales. Previsiblemente, la industria de las billeteras electrónicas ya está pensando en las oportunidades creadas por la crisis.
El gobierno de China desinfectó e incluso destruyó billetes con el objetivo de mitigar la difusión del virus, por lo menos en lo inmediato.
El South China Morning Post de Hong Kong informó que una filial local del Banco Popular de China, en la provincia de Guangdong, estuvo destruyendo dinero sospechoso de haber circulado por ambientes de alto riesgo, como hospitales y mercados de alimentos. Y, por temor a importar desde Asia dinero contaminado, la Reserva Federal de los Estados Unidos ha tomado medidas de cuarentena para los dólares físicos procedentes de la región.
Estas acciones están probablemente justificadas, si se tiene en cuenta que el dinero en circulación puede, al igual que los mosquitos, ser un vehículo para la transmisión de patógenos. Por ejemplo, un estudio determinó que el virus de la gripe humana sobrevive en los billetes manteniendo poder infeccioso durante 17 días. De modo que no sería absurdo suponer que el dinero en efectivo también tuvo un papel en la difusión de la covid‑19.
Tendencia entre jóvenes. En cualquier caso, muchos países estudiarán la opción de desinfectar, destruir y reimprimir dinero. Cualquiera sea la decisión que tomen, algo es casi seguro: el coronavirus acelerará la migración que se está dando entre los más jóvenes al uso de medios de pago digitales, sobre todo en Asia y, más concretamente, en China.
Ya es una tendencia firme. A fines del 2018, cerca del 73 % de los usuarios de Internet en China usaron servicios de pago electrónico (en el 2008 eran el 18 %).
Los jóvenes tienden a estar más dispuestos a adoptar tecnologías nuevas, y tanto China como los países del sudeste asiático tienen poblaciones considerablemente más jóvenes que Europa y Estados Unidos.
Además, el gobierno chino promueve activamente su infraestructura de banca electrónica, mientras los países occidentales —que rara vez usan modelos de gobernanza dirigistas— van rezagados con respecto a las economías asiáticas en la adopción del pago digital.
Factores en contra. El menor ritmo de uso de estas tecnologías en Occidente obedece a razones internas y estructurales. Para ilustrar, Europa no tiene grandes empresas tecnológicas o financieras dedicadas a la industria del pago digital. Por eso, los consumidores y las compañías deben hacer uso de servicios provistos por gigantes estadounidenses, como Apple Pay, Google Pay, PayPal, etcétera.
Pero, por temor a ceder sectores críticos de la economía digital a grandes tecnológicas estadounidenses, la Unión Europea ha adoptado una estrategia prudencial más lenta, por la que se favorecen aquellos cambios que sean mínimamente disruptivos para la infraestructura europea de transacciones financieras.
Otro factor que frenó el ritmo de cambio en Occidente son los hábitos culturales. Los estadounidenses y los europeos occidentales, en particular, dependen más del efectivo que los hogares asiáticos.
Según una encuesta reciente del Deutsche Bank, el método de pago preferido de un tercio de las personas residentes en economías desarrolladas es el efectivo, y más de la mitad cree que este nunca dejará de existir.
Cambiar hábitos culturales tan arraigados sin correr riesgo de generar una reacción pública lleva tiempo.
Punto de inflexión. Sin embargo, es posible que la difusión global de la covid‑19 esté llevando al mundo hacia un punto de inflexión en este negocio.
Todavía es demasiado pronto para predecir los cambios venideros, pero es probable ver surgir soluciones a problemas concretos dentro de una diversidad de contextos nacionales, infraestructuras de pago y grupos demográficos.
Un ejemplo prometedor de lo que puede traer el futuro es la creación de versiones digitales del dinero en efectivo, como la recientemente anunciada e-krona de Suecia.
Pero la covid‑19 y la creciente aceptación de formas de pago alternativas en los comercios no son las únicas razones posibles para la adopción del pago digital.
La encuesta del Deutsche Bank reveló que la comodidad es un aliciente significativo para digitalizarse. Las billeteras digitales son gratuitas y fáciles de obtener, y su uso puede ayudar a hacer seguimiento de gastos y control de presupuestos. Y, en lo referido a la seguridad, no usar efectivo reduce el riesgo de sufrir un asalto.
Es verdad que fuera de China la crisis actual todavía no ha llevado a que muchos países se pongan a desinfectar, destruir y reimprimir dinero, mas es posible que la covid‑19 sea una pandemia histórica, como advirtió hace poco Bill Gates en un comentario para el New England Journal of Medicine.
Un patógeno histórico exige soluciones históricas, y un punto de partida obvio es acelerar la inevitable adopción de los medios de pago digitales.
Juergen Braunstein: es investigador en el Centro Belfer para la Ciencia y los Asuntos Internacionales de la Universidad Harvard.
Marion Laboure: es macroestratega en el Deutsche Bank.
Sachin Silva: es candidato al doctorado e investigador en la Universidad Harvard.
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