El Estado costarricense está entrabado. Le cuesta un mundo hacer cualquier cosa, y cuando la hace, muchas veces sale al revés. Si no es la Asamblea Legislativa que se enmaraña en discusiones políticas, es el Ejecutivo que no ejecuta, o si no, alguna de las instituciones de control que frena los procesos. Lejos de ayudar a que el país se desarrolle, pareciera que el Estado se ha vuelto un lastre que no permite que avancemos más rápido.
Don Marco Vargas, luego de renunciar al Ministerio de la Presidencia, escribe en este periódico un extenso articulo sobre los problemas políticos experimentados durante su gestión. Al igual que lo hicieron en su momento los expresidentes José María Figueres y Óscar Arias, don Marco dice, básicamente, que este país es ingobernable. Le echa mucha de la culpa a la Asamblea Legislativa, que con su reglamento interno permite el secuestro de la mayoría por la minoría. Sin llamar a una constituyente, como lo han hecho otros, prefiere buscar una “reconstitución de una cultura política”. Aunque da unas sugerencias puntuales, suena difícil que se vaya a hacer algo en el corto plazo.
Don Rodrigo Bolaños, en una entrevista esta semana, nos dice que “no tiene un cuarto de palancas para mover la economía”. Ante la inoperatividad del Ejecutivo, incapaz de promover acciones que mejoren la competitividad del país, la gente busca que el Banco Central los salve. Que mueva las tasas de interés y el tipo de cambio para que la producción crezca y los exportadores vuelvan a estar contentos. Pero don Rodrigo nos dice que está atado de manos. Advierte, además, de las consecuencias nefastas de volver a esa no tan gloriosa época en que el Banco Central era el “nervio y motor de la economía nacional”, que imprimía billetes a diestro y siniestro para prestarle a todo el mundo. No creo que tampoco nadie quiera que caigamos de nuevo en esos abusos, pero tal vez haya algún espacio para un poquito de palanqueo.
La última es de don Francisco Jiménez y su restricción vehicular. Otra demostración de la incapacidad ejecutiva del Gobierno. Ahora que los precios están otra vez por las nubes, vuelven las medidas de “emergencia”. Déjà vu de hace 3 años. Reordenamiento vial, mejorar el transporte público, buses y trenes, hacer funcionar los semáforos inteligentes que tanto costaron, y otras más.
Pero como en el ínterin no se hizo nada, lo más fácil es volver a la prohibición. Como la gran mayoría de la gente que entra a San José entre semana y durante el día lo hace por trabajo, y no todos lo pueden hacer apiñados en un carro con otras cuatro personas más, la medida castiga al trabajador. ¿Donde se ha visto que para ahorrar hay que dejar de trabajar? Así no se puede avanzar.