‘Yo jamás votaría por una mujer’

Las barreras que han debido derribar las mujeres son demostrables con números, no con cuentos de fantasías.

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Al leer el artículo “La ‘paridad’ es racista”, de Víctor Hurtado Oviedo, publicado en “Página Quince” el domingo antepasado, me sentí como a principios del siglo pasado, en medio de las luchas de Ángela Acuña Braun, cuando se debatía si la mujer debía ser ciudadana o no.

Se ha avanzado en el reconocimiento de los derechos de las mujeres en Costa Rica y el resto del mundo porque muchas mujeres y muchos hombres han superado el pensamiento “mágico” que considera que solo diciendo que “somos iguales” se superan las barreras históricas y sociales que han debido derribar las mujeres, demostrables con números, no con cuentos de fantasías.

Basta con analizar los datos de inserción laboral. En Costa Rica, a pesar de que las mujeres estudian más, consiguen peores trabajos. No es cierto que las mujeres ganan el mismo salario que los hombres en trabajos donde cumplen las mismas funciones y tienen igual o mejor currículo; eso sin considerar que el tiempo efectivo promedio de quehacer doméstico no pagado casi triplica el de los hombres. Seguimos siendo las “encargadas de la casa y de la familia”, trabajemos fuera del hogar o no.

La participación de las mujeres en política, más allá de la última elección de diputados, revela que en la última elección para cargos municipales solo fueron elegidas 12 alcaldesas en 81 cantones (15 %), pero no es un asunto solo de elección, sino que los partidos políticos postularon un mínimo de candidaturas de mujeres. Por ejemplo, en Liberación Nacional se postularon solo 13 mujeres.

De las regidoras elegidas, que representan un 45 % del total de los cargos, el 56 % son suplentes y a pesar de que los síndicos fueron elegidos en paridad, el 64 % de las mujeres son suplentes.

Acciones afirmativas. La puesta en práctica de acciones afirmativas no solo es avalada por convenios internacionales, y en nuestro caso por la legislación nacional y la Sala Constitucional en diversos fallos.

Con ello se pretende generar un balance en la sociedad, pero todavía el camino es largo porque cada paso que se da por la igualdad enfrenta nuevos retos, como la violencia política por razones de género, que no está tipificada en nuestro país y la sufre la mayoría de las mujeres que aspiran a ocupar puestos de elección popular.

Sé que es muy difícil ponerse en los zapatos de las mujeres y de su realidad cuando no se ha vivido la discriminación, también sé que muchos lo han hecho y es la razón por la cual hemos avanzado en el reconocimiento de los derechos humanos de las mujeres. Lo lamentable es que gran parte de los ciudadanos piensan igual, o muy similar, a Víctor Hurtado. Las acciones afirmativas lo que pretenden es cambiar ese tipo de pensamiento, al menos en las nuevas generaciones.

Estamos cansadas de que nos digan que somos difíciles porque tenemos criterio propio, que en las entrevistas de trabajo nos pregunten si pensamos casarnos o tener hijos, o que simplemente digan “yo jamás votaría por una mujer” como si fuéramos ciudadanas de segunda clase (¿será que todavía lo somos?) o que nos maten porque “seguimos siendo propiedad” de un hombre. En la sociedad no somos tratadas como iguales, Víctor Hurtado.

carodelra@gmail.com

La autora es arquitecta y exdiputada.