El viernes, 5 de mayo, se celebra el Día Mundial de la Higiene de las Manos, acción y hábito fundamentales para prevenir las infecciones causadas por microorganismos que están presentes en el medioambiente.
Aunque el agua es escasa en el planeta, quienes la disfrutan deben aprovecharla sabiamente para procurar una mejor salud personal y de la sociedad.
Durante los primeros años de la pandemia, la exigencia de una adecuada higiene de manos en los lugares públicos contribuyó a disminuir la transmisión de otros microorganismos, aparte del SARS-CoV-2. Sin embargo, cuando esta medida sanitaria fue eliminada, las enfermedades causadas por la falta de aseo alcanzaron niveles iguales o superiores a los registrados antes de la aparición de la covid-19.
Las estadísticas prueban que las lecciones no se aprendieron y las personas no valoraron este hábito como deberían. Lo mismo puede decirse de las autoridades responsables de la salud pública.
Las infecciones por causa del estreptococo A —que habita en la piel y en la garganta—, la gripe y el virus sincitial respiratorio (VSR) aumentaron en el mundo desde que las medidas de higiene de las manos y el uso de las mascarillas en lugares donde se producen aglomeraciones se eliminaron.
En el 2022, en los Estados Unidos, más de 24 millones contrajeron la gripe, 16.000 de los cuales fallecieron. Según certifica la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año, cientos de miles de niños enferman y hasta mueren por enfermedades que un correcto lavado de manos pudo prevenir.
Las infecciones bacterianas se relacionan con la resistencia a los antibióticos, por tanto, suben considerablemente los costos de la atención de la salud.
Las manos están en permanente contacto con una gran cantidad de objetos y superficies todos los días. La mayor parte de estas acciones pasan inadvertidas. Al tocarse la boca, la nariz, los oídos y los ojos, la gente transmite grandes cantidades de microorganismos a alimentos, a quienes les hablan, a las superficies en el hogar, a la comunidad o a los compañeros de trabajo. Por ejemplo, las paredes, las manijas de las puertas, objetos o aparatos de uso compartido, las sillas y las mesas están cubiertos de microbios.
El lavado de manos debe incorporarse a la vida cotidiana, como un hábito saludable en circunstancias tales como después de utilizar el servicio sanitario, atender enfermos y manipular la basura; también, antes de las comidas y, lógicamente, cuando las manos estén sucias por otras razones.
La técnica adecuada es fundamental, pues en ocasiones se hace de forma incorrecta, es decir, apenas humedeciéndolas, lo cual es insuficiente.
Este 5 de mayo recordemos que mediante el hábito de lavarnos las manos de forma correcta estamos contribuyendo a la salud personal, familiar y de la sociedad.
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El autor es médico.