En las últimas semanas, hemos enfrentado una crisis de valores en los poderes de la República que nos puede confundir o llevar a una frustración y falta de credibilidad en nuestro sistema político y en nosotros mismos como costarricenses. Aunque se trata de un problema muy serio, debemos afrontarlo con una actitud responsable y buscar en él la oportunidad de reivindicarnos como nación.
Como ciudadanos, formadores de opinión, líderes políticos o líderes empresariales nuestras energías deben dirigirse hacia la búsqueda de soluciones a los problemas a corto, mediano y largo plazo de una manera constructiva.
Hemos caído en un problema grave de corrupción en todos los niveles; sin embargo, esto no debe llevarnos a la conclusión equivocada de que la mayoría de las personas, políticos, empresarios, ciudadanos y trabajadores son corruptos.
En mi vida, que ya es larga, he atestiguado en la mayoría de los costarricenses, así como en la clase política, más bondad que maldad. Hay más aspectos positivos que negativos en nuestra sociedad y en el modelo de país que queremos.
No podemos perder esa perspectiva y dejarnos llevar por el negativismo y pensar que todo está perdido.
El sensacionalismo y los comentarios negativos no nos permiten reflexionar correctamente.
Este es un momento importante para retomar el rumbo que Costa Rica ha construido a lo largo de los años gracias a la generosidad y espíritu de paz de su pueblo, a las sabias decisiones políticas que en el tiempo se han tomado y la tradición democrática y de armonía que nos caracteriza.
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Gente buena. Los costarricenses somos una población respetuosa de nosotros mismos. Tenemos muchos defectos y cometemos muchos errores en nuestra vida diaria, pero la inmensa mayoría se caracteriza por su bondad y buenas acciones. Hemos sabido resolver los problemas mediante las instancias creadas por nuestra Constitución, por personas honestas. Lo hemos hecho de forma pacífica y siempre han existido hombres y mujeres que han salido a dar la cara e inspirarnos con sus actos patrióticos.
Los invito a hacer un esfuerzo individual y colectivo para ver esta crisis como una oportunidad para probarnos a nosotros mismos como sociedad, como líderes políticos y como ciudadanos, nuestra capacidad de levantarnos de las cenizas y encumbrarnos hacia los ideales nobles que tenemos.
Debemos creer. Cuando este proceso comenzó a ventilarse, pasó poco tiempo para que surgieran, en la Asamblea Legislativa y en el Poder Judicial, personas que se han levantado en nuestra protección y buscan identificar a los responsables de esta debacle. Tal vez no lo esperábamos, pero surgieron esos héroes que han asumido su papel con espíritu patriótico y gran responsabilidad.
Por otro lado, a través de los medios sociales y tradicionales, el pueblo comenzó a ejercer presión para que se tomaran las medidas que ya están ocurriendo. Hay que resaltar el comportamiento del pueblo siempre de una forma pacífica, pero crítica y demandando justicia. El pueblo se hizo presente sin recurrir a la violencia y al desacato que caracteriza a tantos otros países.
Yo tengo la convicción de que las autoridades van a esclarecer estos hechos y muchos más. Debemos seguir exigiendo, de la forma más vehemente, a los muchos funcionarios honrados que cumplan las responsabilidades que les competen y nos devuelvan la credibilidad en los poderes de la República. Pero también nosotros debemos mantener nuestro compromiso ciudadano.
Deberes ciudadanos. Debemos exigir, pero también cumplir todas las leyes nosotros mismos. Debemos dar el ejemplo no solo a nuestros hijos, sino también a nuestros conciudadanos. Todos debemos velar por la honestidad, el respeto, la democracia y el amor por la vida que compartimos como costarricenses.
Cumplamos nosotros como ciudadanos con nuestros deberes. Los empresarios paguemos salarios justos y no cometamos estafas ni caigamos en el ejercicio del contrabando. Los trabajadores de cualquier empresa estatal o de Gobierno demos lo mejor de nosotros en nuestras labores, sin engañar ni aprovecharnos del patrón o los clientes. No demos “mordidas” cuando nos detienen por exceso de velocidad, consumo de licor o cualquier infracción que hayamos cometido. Nada hacemos con anhelar tener el mejor presidente del mundo si nosotros nos comportamos como aquellos a quienes criticamos.
Cuando alguien sea elegido a un puesto público su labor es la del país, no su beneficio propio o del partido. No podemos sacrificar a Costa Rica por nuestro partido político o por el interés de un grupo específico. Nuestra también es la responsabilidad de un comportamiento ejemplar para tener un país ejemplar.
No dejemos que el odio nos divida. No dejemos de ser ejemplo de comportamiento digno y solidario. Cada uno de nosotros somos Costa Rica.
Preguntemos a los candidatos cuáles van a ser sus planes para conseguir que la honestidad se imponga a la mentira y cómo van a erradicar la corrupción. Pidamos que todos firmen un acuerdo de honestidad, y si no lo cumplen tendrán que responder por ello.
Tienen que indicarnos lo que van a hacer para reducir la deuda del país, cómo van a transformar la infraestructura vial, cómo van a acabar con la violencia contra las mujeres, el narcotráfico, la impunidad y más cosas que nos aquejan.
Nadie es perfecto. Todos tenemos nuestros errores y nuestro pasado, pero no nos concentremos tanto en lo malo de los candidatos, sino en las respuestas que van a darnos para resolver tantos problemas.
No desaprovechemos esta oportunidad que ha traído el caso del cemento chino para levantarnos, para reivindicarnos, para enterrar lo que nos perjudica.
El autor fue rector de la universidad Earth.