Preocupados, nos enteramos a diario de la gran cantidad de accidentes de vehículos que se dan en todo el país, especialmente en las carreteras o en los sitios más congestionados, aunque con el gran parque vehicular que existe actualmente en Costa Rica, ya no se escapan de este flagelo ni los barrios pequeños, donde años atrás los niños jugaban en la calle.
Se considera una epidemia del siglo XXI, no solo por la alta mortalidad, sino también porque causa muchas lesiones incapacitantes a los que lo sufren. Hay países donde es la causa número uno de mortalidad en la edad productiva y en otros compite fuertemente con las enfermedades cardiovasculares como primera causa de muerte.
En Costa Rica, la tasa de mortalidad por esa causa en el 2013 - 2014 ronda entre 6,5 y 7 por cada 100.000 habitantes. De estos, 65,3% son motociclistas y en segundo lugar el peatón, con un porcentaje mayor de hombres que de mujeres, casi con una relación de 7:1. Las edades de mayor frecuencia son menores de 30 años, siendo el grupo etario de entre 25 y 29 años el más afectado, seguido por el grupo de entre 20 y 24 años. Lo trágico de estos datos es que la mortalidad o las incapacidades por accidentes se dan en edades productivas, apagando de un solo golpe muchos sueños, planes a futuro y en otras ocasiones dejando familias recién formadas incompletas. Antes era más frecuente la muerte del peatón que la del motociclista, pero la disminución de precios de las motocicletas por asuntos de competencia y producción masiva en los países orientales ha hecho que mayor número de personas adquiera motocicletas, siendo hoy el transporte de mayor riesgo, no solo para accidentarse sino como causante de percances.
¿Qué hacer? Hay varios aspectos importantes a resaltar para que como país hagamos un esfuerzo y este flagelo no afecte tanto a nuestra población. La educación a todo nivel y la aplicación de la ley por la autoridad competente serían dos de los más importantes.
Cuando hablamos de educación, esta trasciende a la educación general en las escuelas, donde el respeto hacia los demás debe de ser un fundamento sólido que se le enseñe a nuestra niñez. También debemos de resaltar la educación cívica, donde se debe de tratar este problema como lo que es: un riesgo para todos, por lo que debe dedicarse tiempo a la prevención. Después viene la educación vial, que debe de ser mucho más estricta y amplia, que de verdad incida en la juventud y no observemos comportamientos fuera de lugar, incluso llegando a la violencia en algunos conductores. No menos importante es la aplicación de la ley a través de la autoridades correspondientes, la cual debe de aplicarse en todas las carreteras en forma más seguida, a la salida de los centros nocturnos (especialmente los fines de semana), en las autopistas usadas para gran velocidad y competencias ilegales, en los sitios que estadísticamente tienen más problemas o se presenta mayor número de accidentes. Esto requiere un mayor presupuesto para la Policía de Tránsito e igualmente mejor capacitación y mayor equipo tecnológico, que permitan prever los accidentes o actuar ante las diferentes infracciones que cometen los conductores.
El factor más importante es la trasmisión de ejemplo, valores y respeto a las leyes y al prójimo que debemos de dar a los jóvenes. Esto es igual para los que conducen o para los peatones. Desde que nuestros hijos van a la escuela, debemos educarlos para cruzar calles, observar el tráfico. Cuando los hijos lo acompañan a uno en cualquier medio de transporte, debemos de mostrar educación vial para ser imitados, mayor aún para los jóvenes que comienzan a manejar . La responsabilidad es de todos, debemos de hacer un esfuerzo como país para disminuir en forma importante este flagelo que tanto afecta a nuestra juventud, dejando muerte e incapacidad por todo nuestro territorio.