En un fallo trascendental, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ordenó a Costa Rica aceptar el decreto del presidente, Luis Guillermo Solís, para regular la fecundación in vitro (FIV) y, al mismo tiempo, criticó a la Sala IV por la anulación.
El fallo es un triunfo para las parejas infértiles que cuentan con este método para lograr el sueño de perpetuarse en los hijos y, posteriormente, en los nietos, huella imborrable que dejamos en la tierra.
El camino ha sido largo y difícil, no por motivos éticos ni legales, sino, simplemente, por la obtusa y ciega oposición de la Iglesia católica, como era de esperar, y de otras religiones representadas en el Congreso, cuyos diputados pudieron haber votado como les pareciera, pero no hacer lo que hicieron: presentar cientos de mociones para evitar a toda costa una votación que, sabían, tenían perdida.
Extremismo. La FIV es solo un peldaño de la inmensa escalera que es el oscurantismo religioso que, desgraciadamente, afecta todas las actividades humanas desde los albores de la historia.
Prácticamente, no ha existido un gran pensador, un filósofo, un científico o un artista que no haya sufrido los ataques de los dirigentes religiosos, quienes, cuando han contado con poder, han torturado y hasta quemado en la hoguera a grandes hombres, como fue el caso de Giordano Bruno, la mente más brillante de su época.
Estas fuerzas religiosas han perdido poder y ya no pueden recurrir a la hoguera, pero tratan de oponer su oscurantismo en forma más sutil, pero igualmente absurda.
En lugar de aprobar la FIV inmediatamente después de recibir la primera condena y la orden de ejecutarla de la Corte Interamericana de Derechos humanos, evitaron su práctica, no por semanas ni meses, sino por años.
En todo caso, el problema está resuelto y lo único que resta es que el decreto del presidente Solís sea aceptado por todas las autoridades nacionales –como tiene que ser– y que el Congreso apruebe un reglamento para que la aplicación sea amplia y cubra a toda la población sin discriminaciones. Es decir, no debe ser solo para parejas heterosexuales o personas casadas. Como dijo la diputada frenteamplista Patricia Mora: que la FIV solo beneficie a mujeres heterosexuales es “un adefesio, porque es una agresión a la mujer”.
Estado laico. Todos estos problemas se solucionarán el día cuando –por fin– Costa Rica se convierta en un país laico, como lo son prácticamente todas las naciones del mundo, y desaparezca el tumor de nuestra Constitución que indica que la religión del Estado es la católica, obviando que nuestra nación está formada por seres de diferentes credos religiosos e incluso ateos.
En las elecciones del 2010, cuando se anunció la victoria de Laura Chinchilla le envié un mensaje donde le felicitaba y le pedía, si era posible, que durante su gobierno Costa Rica se convirtiera en un país laico.
Doña Laura, muy amablemente, me contestó que trataría de hacerlo una vez cumplidos ciertos requisitos, como la firma de un concordato con el Vaticano. Esto, sin embargo, no fue posible por razones poderosas que respeto, pero aprovecho la ocasión para solicitar lo mismo a don Luis Guillermo Solís.
Es hora de que Costa Rica deje de ser un Estado confesional y se convierta en un Estado laico.
El autor es periodista.