A Rodrigo Chaves Robles no le hizo falta experiencia política ni trayectoria partidaria para triunfar en el proceso electoral del año anterior.
En un ambiente de descontento ciudadano con la política, debido a los frecuentes escándalos de corrupción en la función pública y la deficiente gestión gubernamental, le bastó contar con unos cuantos financistas y una agrupación política prestada, con una alta dosis de populismo, un discurso confrontativo del statu quo y una demagógica oferta programática para una inesperada victoria en pocos meses.
Su éxito es también una consecuencia de la antipolítica, utilizada por políticos populistas de todo signo ideológico y por algunos formadores de opinión que acogen y resaltan sin reparos el discurso antisistema.
No se puede obviar en el análisis de este fenómeno la aportación de la periodista Pilar Cisneros, otrora crítica acérrima del populismo y de los demagogos, ya que es innegable que su popularidad fue esencial para el éxito de Chaves.
Tampoco la responsabilidad de su rival en la segunda ronda, del Partido Liberación Nacional, por su insistencia en una candidatura que tenía muy pocas posibilidades de éxito, dado el rechazo de la ciudadanía hacia su figura, reflejado y documentado en las encuestas desde hacía muchos años.
Pero el carácter pendenciero de Chaves —puesto de manifiesto ya en la campaña en su sañudo ataque a la prensa por revelar que fue sancionado por el Banco Mundial por haber acosado a compañeras de trabajo— y sus arengas efectistas fueron factores que captaron la atención y la simpatía de buena parte de los electores, poco interesados en el contenido y lo sustancial de las propuestas políticas, y más en los ataques personales, en los dimes y diretes entre los candidatos y en el embate contra los partidos y los políticos tradicionales.
Este rasgo de su personalidad lo complementa con otro, la insensatez, igual o más negativo, dada su condición de presidente de la República, cargo que exige, primordialmente, la virtud de la prudencia, necesaria en su relación con otros actores políticos.
No es con esa actitud que un gobernante logra en una democracia los acuerdos que permitan obtener resultados propiciadores del progreso y bienestar de un país que, esperanzado, le otorgó su confianza en las urnas.
Si sus críticas al Poder Judicial fueron improcedentes por irrespetuosas de la separación de poderes y el posible revanchismo por algunas resoluciones contrarias a decisiones del Ejecutivo, su soflama del 11 de abril, en Alajuela, contra el Poder Legislativo, constituye un acto más de torpe pendencia y de irresponsable insensatez.
Un gobierno que cuenta con una bancada legislativa de apenas diez integrantes requiere el apoyo de las fracciones de oposición para aprobar los proyectos de su interés; sin una relación basada en el diálogo, el respeto, la tolerancia y la armonía es difícil alcanzar acuerdos urgentes para solventar los problemas que angustian a todos.
Calificar de acto de filibusterismo el control político que realizan algunos diputados de la oposición, en el ejercicio de uno de sus derechos y deberes, es, además de una ofensa, un verdadero desaguisado.
Anunciar en ese mismo acto que no le interesa tender puentes con algunos partidos políticos y que prefiere dinamitarlos es a todas luces un comportamiento surrealista impropio de su condición, que no mide las consecuencias negativas que eso significa para su gestión gubernamental y para el país.
Desde que asumió el poder, hará casi un año, Rodrigo Chaves exhibe, una semana tras otra en sus conferencias de prensa, un estilo populista, decisiones y acciones improvisadas, que no pocas veces ha debido enmendar o desechar, y afirmaciones y acusaciones fundamentadas en datos imprecisos o incorrectos, que en varios momentos pretende convertir en posverdades.
Las conferencias de prensa, por su formato de show, le deparan hasta hoy una elevada popularidad y aprobación, pero el apoyo podría ser transitorio si con el transcurrir del tiempo esas posturas populistas y sus verdades alternativas no son complementadas con el cumplimiento de sus promesas de campaña y si no atiende, con políticas públicas adecuadas, los problemas que el ciudadano afronta a diario.
El autor es exembajador.