Sostenibilidad y consumo responsable

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Durante las últimas décadas, hemos comenzado a ver, tanto en Costa Rica como en el mundo, una creciente preocupación por buscar modelos de desarrollo menos destructores del medio ambiente. Sin embargo, sigue siendo difícil cambiar la visión tradicional que equipara el “desarrollo”, incluso el “éxito” y la “felicidad” con producir y acumular más y mejores “cosas”. Los países desarrollados son los que más producen, los que más ingresos tienen y los que poseen los habitantes que más compran. En el plano individual, creemos que cuanto más grande es nuestra casa, más moderno el vehículo y más artefactos electrónicos poseamos, vivimos mejor.

Pero si todos los países llegaran a tener los niveles de consumo de las sociedades más desarrolladas, necesitaríamos entre 5 y 10 planetas Tierra para lograrlo. En el estado actual, para alimentar a las más de 7.000 millones de personas que habitan el planeta, usamos 40% de la superficie terrestre, el 70% de nuestra agua potable y generamos el 30% de los gases de efecto de invernadero que causan el cambio climático. ¿Cómo resistiría el planeta un “desarrollo” para todos?

La comunidad internacional ha venido haciendo esfuerzos importantes por impulsar un nuevo enfoque de desarrollo que disminuya los impactos negativos del modelo actual de producción y de consumo. Con la cumbre de Desarrollo Sostenible en Río en 1992, se establecieron los acuerdos multilaterales más importantes de medio ambiente como la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático y la Convención de Diversidad Biológica (CDB). Sin embargo, no hemos caminado lo suficientemente rápido ni de la manera tan contundente que el mundo requiere.

No es que no haya soluciones. En los últimos 30 años, Costa Rica revertió el ritmo de deforestación y duplicó su cobertura vegetal de un 26% a inicios de los 80 a un 52% en 2012, gracias en gran parte a un innovador y exitoso programa de Pago de Servicios Ambientales del Fondo Nacional de Financiamiento Forestal (Fonafifo). Es posible parar la destrucción de la naturaleza, y dar un giro “verde” al desarrollo. Pero para que eso suceda de verdad, necesitamos que entre todos nos comprometamos con un cambio real, y asumir este compromiso con plena conciencia, tanto de los beneficios como de los costos de este cambio.

Los costos serán tanto personales –por ejemplo, bajar el nivel de consumo o de comodidad material en la vida cotidiana– como a nivel de gobiernos o de empresas; por ejemplo, abandonar fuentes contaminadoras de energía o de inversiones en tecnologías bajas en emisiones. Pero los costos también pueden traer grandes beneficios. El estudio, “Rumbo a la carbono neutralidad en el transporte público de Costa Rica”, que PNUD y Minae acaban de presentar, demuestra que, si los dueños de taxis realizaran los cambios de tecnologías para utilizar el gas LPG, evitaría la emisión anual, por unidad de 4 toneladas de dióxido de carbono y al mismo tiempo incrementaría significativamente el rendimiento de la inversión, a través de la reducción del consumo de combustible y el aumento de la productividad.

Otro ejemplo es la agricultura orgánica. A nivel mundial, hay un mercado creciente de productos orgánicos que se espera que se siga ampliando a un ritmo de 15 a 20% al año. La producción limpia y verde es cada vez más rentable.

Para lograr cambios lo suficientemente contundentes y a tiempo para cambiar el rumbo del planeta, tenemos que masificar este tipo de innovaciones, generando suficientes incentivos para alentar buenas prácticas, cerrando la puerta de una vez por todas a prácticas nocivas, como la de generar bienes con plazos de uso reducidos para vender nuevos modelos cada tantos años.

Para esto, no podemos depender solamente de la buena voluntad de las personas y las empresas. El liderazgo del Estado es fundamental –y no solo del ministerio a cargo del medio ambiente, sino todo el Ejecutivo, el Poder Legislativo, el Poder judicial–.

Confiamos en que Costa Rica asumirá este gran reto. Frente a los nuevos desafíos climáticos y ambientales, estamos seguros de que se convertirá en una fuente de inspiración para el resto del mundo. Yoriko Yasukawa , coordinadora residente, ONU, Costa Rica.