Como sociedad tenemos seis grandes deudas con nuestros adolescentes y jóvenes. La primera es garantizar la graduación en secundaria de la totalidad de los adolescentes y que la educación que reciban sea de calidad, una meta que estamos todavía muy lejos de cumplir, pues uno de los problemas más graves de Costa Rica es que el 52 % de las personas con edades entre los 18 y los 24 años no han terminado el bachillerato.
La segunda es brindar una educación sexual integral de calidad en la secundaria. Una debilidad significativa del sistema por la poca extensión y las resistencias existentes al programa. Corremos el riesgo de que se pueda perder todo lo caminado.
La tercera es que todo adolescente o joven entre los 15 y los 24 años excluido del sistema educativo adquiera competencias y habilidades técnicas o vocacionales que le permitan conseguir un empleo o desarrollar un trabajo propio.
En este aspecto hay importantes debilidades, aunado a que el desempleo a esas edades es más del doble del desempleo general.
La cuarta es desarrollar políticas y planes de salud adolescente y juvenil, que incorporen servicios de calidad, diferenciados e integrales, que contribuyan efectivamente a una adolescencia y juventud sana y una adultez con calidad de vida.
Lamentablemente, en Costa Rica se han desatendido las acciones de promoción, prevención y atención en salud integral de la población adolescente y joven, con las contundentes consecuencias negativas de este abandono, y estamos permitiendo tal grado de inacción que lo esperable es un deterioro en sus condiciones.
Hábitos. Los datos existentes demuestran que en la adolescencia se adquieren hábitos que ponen en riesgo la salud de los muchachos, sin que haya una respuesta estatal adecuada a las necesidades de dicha población. Esos hábitos se mantienen en la vida adulta.
Algunos datos lo corroboran: en la adolescencia, el consumo de drogas muestra un aumento significativo, la comida chatarra se integra con alta frecuencia a la dieta cotidiana y la práctica de deportes es muy limitada. Además, se pasa de un 34 % de sobrepeso y obesidad en la infancia a un 60 % a partir de los 22 años; un 30 % de los adultos son hipertensos, el 12% son diabéticos tipo 2 y un 45 % tienen elevación de triglicéridos.
La quinta deuda con los adolescentes es el combate a todas las formas de violencia, pues la situación nacional muestra un panorama desolador ya que la mayoría de las víctimas de accidentes de tránsito, suicidios y homicidios, estos últimos como víctimas y victimarios, son personas menores de 35 años.
La sexta deuda es incorporar a adolescentes y jóvenes en la discusión y ejecución de políticas y programas que los involucren. La realidad es que sigue predominando una actitud adultocéntrica, que limita una participación real de esta población en la toma de decisiones.
Estas seis grandes deudas históricas forman parte de los objetivos incorporados a la Agenda 2030 de la ONU y el país se comprometió a cumplirlos.
Acciones desaprovechadas. Lo paradójico es que existen los espacios de coordinación interinstitucional e intersectorial para ejecutar una verdadera política pública de adolescencia y juventud que subsane estas deudas, pero se han desaprovechado y no debemos permitirlo.
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Tenemos una enorme ventana de oportunidad, con el histórico bono demográfico, en donde como nunca antes y después habrá tal número de adolescentes y jóvenes en nuestro país.
Los datos muestran que este bono empieza a revertirse a partir del año 2022, por lo cual si no actuamos ya las oportunidades perdidas de impactar positivamente nuestro desarrollo se perderán y seremos una sociedad bicentenaria endeudada y empobrecida en lo fundamental.
El autor es pediatra.