Aplicar la regla fiscal es como poner a manejar la Hacienda pública con un piloto automático. Se parte de la idea de que por ley se establecen unas fórmulas y criterios para definir el crecimiento de los gastos corrientes del Gobierno. Quienes la apoyan, argumentan que una vez aplicados esos criterios se arreglan los problemas hacendarios. Esa es una aspiración de larga data de la ortodoxia económica, incluida la criolla.
Pequeño detalle. El análisis que presenta La Nación bajo el título “Regla fiscal habría frenado alto gasto de Arias y Solís” (miércoles 24 de octubre, página 5A) es un claro ejemplo de la aplicación de la regla “en automático”. Ese análisis olvida el pequeño detalle que buena parte del 2008 y todo el 2009 el mundo vivió la Gran Recesión, así llamada por la literatura económica. Una crisis internacional solo comparable con la Depresión del año 1929.
Con frecuencia, quienes “analizan” esos asuntos pasan por alto ese “pequeño detalle”. El material que nos presenta La Nación esta semana cae en el mismo error. Pretender aplicar la regla “en automático” en ese periodo es un equivoco desde el punto de vista conceptual y desde el punto de vista práctico. En condiciones extraordinarias de la economía, el manejo no puede ser ordinario.
Cláusulas de escape. Tan es así, que la misma regla que se propone hoy en el expediente 20.580 establece “cláusulas de escape” para la aplicación de la regla. El artículo 16, del Título IV sobre Responsabilidad Fiscal de la República dice que si la economía atraviesa por una recesión o si las proyecciones de crecimiento son menores al 1 %, la regla no se aplica. Incluso indica que la excepción se puede mantener hasta por dos años consecutivos de continuar las condiciones negativas.
Resulta que en el 2009 le economía nacional más bien cayó en -1 %. ¿Más extraordinaria quieren la situación? Si La Nación no omite este artículo que trae la propuesta de ley, no hubiera inducido a los lectores a conclusiones equivocadas como lo hace.
Pero el manejo hacendario va más allá de la aplicación de una regla. La formulación presupuestaria toma en cuenta, también, los ingresos esperados que tiene el Gobierno, lo mismo que las necesidades que la sociedad va señalando. Es algo más que sumar y restar números. Detrás de esos números hay personas.
Espacio para el manejo. El país pudo hacer frente a la gran crisis porque en el 2007 y en el 2008, en los cuales La Nación nos dice que estuvimos “un poquito pasados” en relación con la regla, tuvimos la capacidad de bajar el endeudamiento del Gobierno. Eso fue posible porque, precisamente, en el 2007 y el 2008, por primera vez en muchos años, tuvimos superávits fiscales.
De esta forma, el saldo de la deuda del Gobierno Central, que en diciembre del 2005 era un 37,5 % del PIB pasa a ser un 24,7 % del PIB a finales del 2008. Es decir, la habíamos bajado casi 13 puntos porcentuales en tres años. Y nos dicen que estábamos “pasados”. Ahí teníamos el espacio para enfrentar los desafíos de la crisis económica. Así lo entendió también el Fondo Monetario Internacional, con quienes firmamos un Convenio de Contingencia para los años 2009 y 2010.
El manejo de la Hacienda pública en esos años, con crisis incluida, fue reconocido. Esto lo confirma la mejora en la calificación a Baa3 que nos dio Moody’s en el 2010, sacándonos de Ba1 (riesgo especulativo).
“En el frente fiscal, años de ajuste permitieron a Costa Rica aplicar políticas contracíclicas sin un significativo deterioro en el endeudamiento público”. (traducción libre del comunicado de prensa de Moody’s del 9 de setiembre del 2010).
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Lamentablemente, cuatro años después, en setiembre del 2014, nos bajó la calificación y nos devolvió a riesgo especulativo. En diciembre del 2013, la deuda del Gobierno Central subió al 36 % del PIB. Eso que La Nación señala que en el periodo de Laura Chinchilla la regla fiscal se cumplió. Pero no alcanzó para sostener la calificación.
El autor es exministro de Hacienda.