El Oxford Dictionary define posverdad como «lo relativo o referido a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión púbica que las emociones y las creencias personales». Las redes sociales han tenido una gran influencia en este sentido. Alrededor de 3.000 millones de personas consultan la red diariamente. Estos hábitos e instrumentos del conocimiento influyen cada vez más en la forma de pensar.
El doctor en filosofía Francisco Ugarte Corcuera, en un artículo titulado La verdad amenazada, publicado en www.istmo.mx, señala que vivimos en tiempos en los cuales la posverdad tiene consecuencias.
El inmediatismo de la información no permite reflexionar sobre ella ni valorarla. Esto conduce a la pérdida de la capacidad de reflexión y a la superficialidad porque la verdad es cada vez más volátil.
Por otra parte, está la sobreinformación, demasiadas fuentes y noticias dificultan el procesamiento y discernimiento entre lo relevante y lo real. Esto facilita la dispersión y la desconcentración.
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Otorgar igual relevancia a todas las noticias origina confusión. Las fake news que circulan a gran velocidad con intención de producir emociones que prevalecen más allá del contenido buscan beneficio personal o económico.
De acuerdo con un estudio del Instituto de Tecnología de Massachusetts, las noticias falsas viajan más rápido, más largo y más profundo a través de las redes sociales que las noticias reales.
Burbujas de opinión. Los algoritmos personalizan los contenidos de acuerdo con las preferencias de cada uno produciendo que se unan redes afines y evitando el contraste de opiniones. Las noticias se valoran en función del número de clics, likes y reenvíos.
Se publican contenidos llamativos, irrelevantes, divertidos, porque lo que se quiere es llamar la atención, potenciar el afán de reconocimiento y autoafirmación.
Cuando lo emotivo prevalece sobre la realidad, llegamos a una verdad devaluada. Ugarte afirma que las consecuencias existenciales se reflejan en la forma de pensar y en la manera de vivir. Se puede perder el sentido de la vida y las preguntas fundamentales cuando no se hace referencia a la verdad o se le considera irrelevante.
Si no hay razonamiento o pensamientos de fondo, el ser humano carece de una orientación clara, pierde la identidad cuando la identidad es digital, artificialmente construida, y acaba colocándose por encima de la identidad real.
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En las redes predominan las emociones, interesará más sentir que conocer. El criterio se vuelve emocional. El sentimentalismo y exceso de estímulos pueden desequilibrar.
Hedonismo. La búsqueda de placer inmediato unido a la falta de metas hacia donde dirigirse conduce a un vacío que poco tiene que ver con la felicidad. El carpe diem se repetiría con el anacrónico YOLO (you only live once).
Las personas dejan de convivir y temen la exclusión digital. La necesidad compulsiva de estar conectado, el FOMO (fear of missing out), es una dificultad para vivir en el presente que genera ansiedad.
Concluye este filósofo que las verdaderas soluciones a la posverdad, más allá de sancionar las falsas noticias, es garantizar noticias verdaderas y promover el prestigio de los medios, la formación que puedan brindar los padres y educadores desde tempranas edades y recuperar el valor de la verdad superando el relativismo con el realismo.
Fomentar la reflexión mediante la la lectura de buenos libros y artículos porque el pensamiento se desarrolla reflexionando, promover el diálogo y el contacto con la naturaleza, fomentar la ciudadanía digital comenzando a educar desde la infancia, fortalecer el desarrollo integral y armónico de la personalidad, son parte de lo necesario para recuperar inteligencia, voluntad y afectividad.
Para algunos de nosotros la verdad estará más allá de la realidad y el conocimiento. Podrá estar en lo que hemos amado y permanece en nosotros.
La autora es administradora de negocios.