Yo les digo que sí, y recién lo vivimos. Durante casi dos años, inmersos en una gran ansiedad y esperanza, fue creciendo ante nosotros un hermoso edificio, la nueva torre del Hospital México o el Proyecto Cisop, como lo llamamos.
Es una estructura imponente, y azul como el cielo, lugar destinado a la atención de las mujeres con problemas ginecológicos, embarazadas y otras ya en labor de parto.
Un sitio espectacular. Nuestros sueños se hacían realidad. Un ambiente iluminado que brindaría paz, con colores alegres y una motivación al tope, igual que esperar el nacimiento de un bebé; además, salas de operaciones nuevas, donde, con todo empeño, atacaríamos las listas de espera que tanto nos agobian.
Todo estaba prácticamente listo, era cuestión de horas para recibir y empezar a trabajar ahí. Pero de pronto todo cambio, las estadísticas nacionales variaron, el panorama se cargó de incertidumbre, los pacientes empezaron a llegar. ¡No hay lugar! ¿Dónde los ubicamos? ¿Cómo responder a esa población a la que nos debemos?
Sobrevino el reto para las autoridades de nuestro hospital y la decisión difícil, pero valiente, que ahora sabemos fue acertada. «Había que tomar el edifico nuevo para pacientes con covid-19».
Nuestras miradas se cruzaron, la frustración nos invadió y lo sentimientos se mezclaron, se iba de nuestras manos lo que tanto esperamos, pero rápidamente en nuestros corazones albergó un sentimiento diferente: el edificio, que en unos segundos pasó de ser azul como el cielo a negro como una profunda tristeza, se convirtió en el color de la esperanza, el color de quienes trabajamos en el campo de la salud.
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Ahora podemos brindar un espacio a ese mar de pacientes que esperan una cama y atención para luchar por sus vidas. Rápidamente, la torre azul pasó de ser un edifico vacío a estar inundado de pacientes, personal médico, de enfermería, de apoyo. Se transformó en una trinchera más para luchar contra este enemigo mortal.
No sabemos aún cuántas familias en este momento estarán felices de volver a ver a un familiar que sale de aquí con vida. Deben ser muchas y, para felicidad de todos, esa alegría probablemente es igual o mayor que la emanada de una sala de partos cuando llega un nuevo integrante de la familia.
Al final, el edificio azul está cumpliendo la misión para la que fue creado: dar vida y esperanza. Gracias a nuestros colegas y a todo el personal de Salud, quienes con compromiso y amor realizan su trabajo y convierten cualquier lugar en uno colmado de esperanza y amor.
Gracias también a nuestras autoridades y, sobre todo, a Dios, por permitirnos ser parte de un frente de defensa que, aunque se va diezmando por el cansancio, no deja que caigan sus cuarteles de lucha, incluida nuestra nueva torre.
Sumemos el esfuerzo de todos y sigamos las medidas necesarias, cuidémonos y cuidemos a los que están a nuestro alrededor. Solo juntos podemos devolver el azul de la esperanza a nuestra torre, solo unidos haremos que de allí únicamente salga vida, como esperábamos cuando la torre empezó a construirse.
flomogo@hotmail.com
La autora es jefa del Servicio de Ginecología del Hospital México.