Al asumir como ministro de Salud, Herman Weinstock, en 1974, hizo colgar en la paredes este letrero: “Ya todo está dicho. Ahora a trabajar”.
Cuarenta y cuatro años después, seguimos “diciendo” lo mismo sin haber hecho lo suficiente en ninguno de los ámbitos gubernamentales.
En 1974, a nuestro nuevo presidente le faltaban seis años para nacer. Al juramentarse, convierte el lema “trabajar, trabajar, trabajar” en una sólida promesa moral y ética, no política.
¡Quién iba a decirlo! Cuando creíamos que el ungido sería otro, emerge Carlos Alvarado con una fuerza interna inédita en la política local y una convicción y compromiso tales que sobran las buenas razones para creerle. Son tiempos de esperanza.
El presidente sabe que no hemos trabajado lo necesario.
Durante muchos años, hemos administrado por ocurrencias. Hemos administrado por omisión, por postergación, por evasión. Hemos trabajado sin la responsabilidad y sin el cumplimiento del deber que se imponían, optando, las más de las veces, por la peor de las decisiones: la indecisión.
A don Carlos le sobran hoy los buenos consejos, pero es notorio que una de sus grandes virtudes es saber escuchar. Por eso me tomo la libertad de transmitirle algunas ricas experiencias de las que fui testigo como representante diplomático de Costa Rica en el exterior, concretamente en Singapur. Un país que en los años 60 era tan pobre como cualquier nación centroamericana y hoy exhibe estándares de desarrollo comparables a los europeos.
Siete virtudes. El desempeño singapurense se sustenta en siete virtudes practicadas por sus máximos dirigentes y las altas estructuras de poder: visión, liderazgo, organización, disciplina, continuidad, transparencia y autoridad.
Debemos tratar de imitar los buenos ejemplos y no pretender inventar lo ya probado con éxito en otras latitudes, pese a las diferencias culturales o sociales. Insistir en hacer las cosas “a la tica” no ha sido, por decir lo menos, muy productivo.
En materia de educación, Singapur ha alcanzado éxitos notables en las pruebas internacionales de ciencias y matemáticas, disciplinas en la cuales nosotros hacemos aguas desde hace décadas.
En la secundaria, los alumnos empiezan a recibir enseñanza diferenciada según se detecten sus aptitudes para seguir carreras técnicas básicas, de nivel medio o universitarias, y de la misma manera se canaliza entonces su ingreso al centro educativo que mejor se ajuste a su potencial académico y a las demandas del mercado.
¿Discriminatorio? Posiblemente sí, desde nuestra óptica. Pero ¿cuánto le cuesta al país la deserción e insatisfacción de quienes asumen compromisos de estudio para los que no están capacitados? ¿Cuánto le cuesta la falta o exceso de profesionales en determinadas especialidades?
Hoy se habla de la urgencia de meterle mano a fondo al INA. Veámonos en el espejo del Institute of Technical Education, también en Singapur, modelo virtuoso de funcionamiento y relación Estado-empresa privada.
Refrescamiento. No se habla de la educación continua de los maestros y profesores y de mejorarles los salarios, por formación y rendimiento, para que la docencia sea una profesión digna y meritoria a la cual se aspire y no un reducto fácil para quienes no encuentran acomodo en otras tiendas.
El National Institute of Education (NIE), por su parte, puede alumbrar los oscuros senderos por donde transitamos en esta materia que consume un alto porcentaje del presupuesto nacional.
A los docentes singapurenses se les autoriza dedicar al menos 100 horas al año para actualizar e incrementar sus conocimientos en el NIE. No para ir a congresos.
Podría seguir con otras experiencias exitosas más, pero no quiero abusar del tiempo de don Carlos, si es que él alcanza a leer este artículo.
Sugerencias. Concluyo entonces con un poco de humor en dos respetuosas y poco ortodoxas sugerencias a nuestro nuevo presidente.
Hable con Epsy Campbell: no es posible, en un mundo globalizado como el actual, que una de las primeras reacciones de la nueva ministra de Relaciones Exteriores sea decir que no viajará mucho.
Esto es ADN PAC sin refinar, esgrimido en aras de una austeridad mal entendida.
Segundo, refúgiese con frecuencia en la habitación de la casa de sus padres a la que acude cuando busca serenidad.
Ahí su hemisferio derecho le dictará los acordes de la inspiración e innovación, al estilo de Jimmy Page en Stairway to Heaven, y de David Gilmour en Comfortably Numb, que él bien conoce.
La inspiración e innovación que todo buen gobernante requiere y que todo pueblo merece.
El autor es periodista.