El pasado miércoles 17 de setiembre, el exministro de Ambiente y Energía, René Castro Salazar, publicó un artículo de opinión con el alarmante título: “Peligro de tormenta eléctrica 'perfecta'”, que, confrontado con los datos y los hechos objetivos, parece más una justificación que una explicación rigurosa sobre algo que no es tormenta y mucho menos “perfecta”.
Empieza por defender dos leyes impulsadas durante su más reciente paso por la rectoría del Minae. Advierte que si no se atiende el tema, tendremos un apocalipsis inminente: “una emergencia eléctrica con apagones que están a la vuelta de la esquina” porque “nos hallamos al borde de una 'tormenta perfecta'”.
Alega en el camino que cuando a él le tocó gobernar desde el Minae no tenía personal suficiente, por lo que sugiere que pudo haber hecho más.
Afirma que grupos ambientalistas extremistas bloquearon las reformas legales que atendían estas contingencias y critica como un “error” que ante el escenario heredado el nuevo Gobierno solo propone diálogo.
Entresaca el señor Castro una frase atribuida al presidente del ICE, Carlos Obregón, que tomó de una nota periodística, en que parece decir que la empresa no puede garantizar 100% el suministro, cuando en realidad la frase expresa que no hay total certeza en la predicción climática y su impacto en las tarifas, dos temas muy distintos. Así por el estilo va el referido artículo.
En conclusión, don René propone: comprar energía de biomasa, obligar a los consumidores a hacer un ahorro del 15%, comprar gas natural, aprobar nuevas leyes como las que impulsó su Administración y reducir burocracia.
Otra visión. Si nos quedáramos con la lectura anterior, el futuro se ve tenebroso. La visión realista y responsable es otra. Empecemos por recordar que Costa Rica escogió basar su sistema de generación en fuentes renovables. Muchos factores justifican esa elección: el ambiente, los encadenamientos productivos y el costo. El costo de la electricidad bajo condiciones climáticas normales ha sido por mucho el más bajo respecto todos nuestros vecinos. Con un rasgo único en la región: en los últimos 34 años solo se ha presentado un racionamiento, parcial y de poca duración, a pesar de los impactos de la variación climática global.
Últimamente, un ciclo de años secos provocó mayor consumo térmico con el consecuente e inevitable impacto en las tarifas. El respaldo térmico es estratégico, pues garantiza el suministro cuando por razones climáticas los sistemas renovables no están disponibles.
No se puede negar que bajo condiciones de alto consumo térmico los precios de la electricidad han subido significativamente en Costa Rica para los estándares a los que estamos acostumbrados, pero se debe reconocer también que actualmente tienen el mismo nivel de los precios de la región centroamericana. Esa volatilidad de los precios es inherente a un sistema como el costarricense basado en recursos renovables. Decidimos ser un país verde, y serlo es más caro que no serlo.
El sistema eléctrico nacional responde a una visión muy costarricense y ha sabido planificar bien y a tiempo con miras a satisfacer el suministro en todo el territorio nacional con energía de calidad. La participación privada ha crecido. La distribución la comparten el ICE, cuatro empresas cooperativas y dos empresas de servicios municipales –que también están incursionando en generación–. Esa composición de actores y la matriz basada en una creciente diversidad de fuentes renovables (hidroeléctrica, geotérmica, eólica, solar y la biomasa) está diseñado para soportar períodos secos sin comprometer la seguridad del abastecimiento.
Además, el país tiene suficientes plantas para asegurar el suministro, más la posibilidad de importar energía en aquellos casos donde sea más barata que producirla con la planta térmica más eficiente.
Quienes suponen que solo se debe apostar ahora por eólico o solar porque aparentemente son más baratos, no suelen tomar en cuenta que por cada MW de esas fuentes es indispensable respaldar el sistema con al menos un equivalente de energías de fuentes firmes (hidroeléctrica, geotérmica o térmica). Un generador privado grande o pequeño, por ejemplo, cobra su energía cuando la tiene, pero cuando carece de ella por cualquier motivo no asume la responsabilidad superior de garantizar el suministro a cualquier costo. Esa responsabilidad y esos costos son solo del ICE. Esto último explica por qué las peras no son chayotes. Ese es el modelo nacional.
Estamos preparados. Hoy el país dispone de una capacidad instalada de 2700 MW, con la que se puede satisfacer la demanda eléctrica. Si bien para el presente año la expectativa de crecimiento de la economía es inferior a 1%, nadie asegura que en cualquier momento esa condición varíe y de un año al siguiente la economía exija al sistema eléctrico suministro suficiente para satisfacer la nueva demanda. El país puede tener la tranquilidad de que estamos preparados para ello.
La satisfacción de la demanda futura está garantizada. En los siguientes cinco años se van a instalar 900 MW de plantas nuevas. Esto es un tercio adicional de la capacidad total actual del país. Todas esas adiciones son en fuentes renovables y están en construcción, con contratos adjudicados o con financiamiento asegurado. El 60% de esa nueva capacidad proviene de nuevos contratos de compra de energía a generadores privados.
El ICE hace su tarea, cumple con su deber. No se paraliza ni se contiene. Se ajusta, se hace más eficiente y se fortalece. Tiene el norte claro y ha sabido remontar los malos tiempos y las tormentas, sean estas reales o supuestas. Construye varias obras y entre ellas destaca el Proyecto Hidroeléctrico Reventazón, que tendrá más de 300 MW de potencia y un nuevo embalse de regulación que operará en el año 2016. Adicionalmente, la construcción del proyecto geotérmico Las Pailas 2 iniciará pronto su etapa de construcción y ya está asegurado su financiamiento para contar con su energía en el año 2019.