Planificar a largo plazo no es precisamente una de las mayores virtudes del Estado costarricense. De hecho, en el caso del instrumento más importante de planificación nacional, el Plan Nacional de Desarrollo (PND), cada gobierno construye y emite el suyo, es decir, cada cuatro años tenemos un documento con los grandes objetivos y metas a lograr por las autoridades de turno, algunos más prolijos en páginas que otros. Esa práctica merece ser repensada, pues una planeación tan cambiante acaba por afectar el desempeño de las instituciones estatales e impide focalizar recursos hacia objetivos superiores.
Es poco razonable concebir una planificación con cuatro años de distancia en materia de crecimiento económico, generación de empleo, reducción de la pobreza, cambio en patrones de consumo, movilidad urbana, mejora en infraestructura, calidad de la educación o impulso a la ciencia, cuando justamente se argumenta que ese es un lapso muy corto para impactar de forma decisiva en esas áreas y obtener resultados perdurables.
En una perspectiva de largo plazo resulta mucho más eficaz considerar propósitos de mayor amplitud y ambiciosos, que permitan al gobierno en funciones establecer su aporte a la meta prefijada. Lo que ahora tenemos es un ejercicio de planificación cercano a los ocho meses, para ser ejecutado durante los siguientes tres años de gestión, sin garantía de continuidad a objetivos estratégicos por las siguientes autoridades.
Últimos programas. El PND 2015-2018 se componía de tres pilares: impulsar el crecimiento económico y generar empleo de calidad, combatir la pobreza y reducir la desigualdad, y un gobierno abierto, transparente, eficiente, en lucha frontal contra la corrupción. El PND 2011-2014, presentaba cuatro grandes pilares: bienestar social, seguridad ciudadana y paz social, ambiente y ordenamiento territorial, y competitividad e innovación, con un desarrollo más seguro, liderado por la innovación, la ciencia y la tecnología.
Por su parte, el PND 2006-2010, entre otras metas nacionales, disponía: combatir la corrupción en el sector público, reducir la pobreza y la desigualdad, incrementar el crecimiento de la economía y el empleo, mejorar la calidad y la cobertura del sistema educativo, detener el crecimiento de la criminalidad, recuperar y ampliar la infraestructura de transporte. El PND 2002-2006, planteaba la creación y desarrollo de capacidades humanas, estímulo y crecimiento de la producción, armonía con el ambiente, seguridad ciudadana y administración de la justicia, y transparencia en la función pública. Finalmente, el PND 1998-2002 buscaba reducir la pobreza, crear más y mejores empleos, luchar contra la corrupción, fortalecer el sector agropecuario, recuperar la infraestructura, mejorar los servicios públicos, generar tranquilidad ciudadana, y mejorar la cobertura y calidad de la educación.
Corto alcance. Cada uno podrá sacar sus propias conclusiones al cabo de dos décadas, pero quiero hacer hincapié en tres consideraciones. Primero, nótese que, a pesar de la inexistencia de una planeación a largo plazo, existen ejes de política constantes: la pobreza, el empleo, la educación o la corrupción lo constatan.
Segundo, en el marco de una evaluación de resultados de mediano y largo plazo, oportuno es hacer un contraste de lo planificado contra la realidad, pues, como es usual, cada gobierno tiende a dar cuenta de sus buenos resultados.
Tercero, no se identifican elementos de quiebre en los temas que ocupan la planificación de los últimos años, lo que abona hacia un mayor ejercicio de prospectiva.
Nos hemos acostumbrado a una planificación de corto alcance, en algunos casos con documentos de cientos de páginas, cuyo momento de mayor realce es su presentación inicial. La programación del desarrollo precisa una renovación, una en la que el Estado sea capaz de trascender aspiraciones cuatrianuales y sentar las bases para una construcción duradera en sectores neurálgicos del país con lineamientos estratégicos. La conmemoración del bicentenario ofrece una oportunidad para ello, de los mínimos a los que aspiramos al 2050 o más.
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El Ministerio de Planificación (Mideplan) es el primer llamado a propiciar ese cambio y a presentar un PND innovador, tanto en su contenido como en la forma, e incentivar la participación cada vez mayor de los ciudadanos en la solución de los problemas económicos y sociales, tal cual lo ordenó la Ley de Planificación Nacional 5525 en 1974.
El autor es politólogo.