Aparentemente contradictoria, la mención “Para memoria futura” en un título mexicano resulta elocuente: recordar hechos del pasado tiene sentido sobre todo en función del futuro. Con mayor razón me golpeó la realidad de la frase, que, por casualidad, en un estudio comparativo que hice (en mi libro Antigua-la-Viva , Ed. Promesa, 2014), en sendas obras se alude a las Cruzadas.
Dirán los incautos: ¿qué tenemos que ver con ello en este oasis de paz que es Costa Rica? Si acaso queda un remoto recuerdo de ello en los pueblos donde antes de la Pascua pervive el teatro colonial de “Moros y cristianos”. Pero, si uno asoma un poco la nariz más allá de lo futbolero, lo observa desde hace pocos años para acá: “Hay moros en la costa”, una frase aún vigente.
Y no es que, desde el lado de los europeos como de los mahometanos, esas Cruzadas de hace mil años fueron pacíficas obras de caridad, muy al contrario. Esas invasiones de la “Media luna” habían empezado en el siglo VII de nuestra era, y nada menos que Cervantes participó en la batalla de Lepanto en el siglo XVI. Particularmente España quedó marcada por este espíritu de reconquista: no menos de siete siglos de lucha fueron dejando huella hasta en la Costa Rica, donde existe el apellido Matamoros, y la gente, que se dice muy cristiana, diez veces al día usa una invocación a Allah: ojalá…
Carácter expansivo. ¡Excelente el artículo del pasado 24 de agosto en este matutino, respecto del islam, ahora ya bien entrado el siglo XXI! Quedó patente su base de cultivo en tremenda pobreza y aguda ignorancia, lo mismo que la incendiaria mezcla entre política y religión en su actuar.
Hace pocos años, aunque fuera por la tele, me impresionó una manifestación islámica en Londres, con el aterrador eslogan: Freedom go to hell! También aquí, en el extremo occidente de Occidente, debe aterrar el carácter expansivo de este conjunto de creencias y comportamientos: lo mismo que Hitler tenía como ambición que sus tropas desfilaran bajo el Arco de Triunfo en París, pareciera que la meta de ellos es que su llamada a la oración se haga… desde la Torre Eiffel… Y ojo: el asedio de aquella vivencia humana (¡religión es otra cosa!) ya se nota en Guatemala… y también en Costa Rica.
¿Nos debe preocupar eso? Lo pondré en claro des-velando un tanto el concepto de mujer que prevalece en este tipo de ideología.
No se trata de generalizar, pero eso del cielo islámico lleno de bellas vírgenes que atiendan al macho… resulta decadente, máxime si lo primero que hacen, ya lo vemos en dos califatos creados recientemente, es el secuestro de mujeres, el no dejarlas estudiar, invisibilizarlas entre trapos y muros, y hasta venderlas como esclavas…
Cristianismo. Esa bandera negra de ellos como símbolo internacional representa bien lo que tiene que decir: el cristianismo habrá tenido sus bemoles de misoginia, como toda institución hasta hace pocas décadas, pero, junto con la herencia romana, no olvidemos que fue baluarte de la civilización occidental, donde la libertad, la dignidad, el progreso de la persona van creciendo día tras día.
Hace varios años, el entonces presidente francés Valery Giscard D´Estaing, aludiendo al año 732, cuando se paró en seco al islam avasallador, pronosticó algo que, para memoria futura, vale recordar ahora: ¿habremos perdido la batalla de Poitiers?
Hombres y mujeres libres, creyentes en un destino trascendente para el ser humano, no permitamos que se lleve a cabo tal triste presagio.