Yo no olvido al año viejo porque me ha dejado palabras “chivas” y yeguadas “muy buenas”.
Me dejó las novedosas “cementazo”, “tapistrado” y “ropita de bebé”, pero también se volvieron cada vez más persistentes otras, avejentadas y malolientes que, cuando las oigo o las leo, me hacen rechinar los dientes.
Intentaré definirlas. Si alguien se siente aludido es mera coincidencia.
Cementazo. Acción por la cual un personaje influyente, apoyado por una amplia red de cuido, recibe de bancos del Estado préstamos superlativos que no puede ni quiere devolver. Tener un helicóptero es una herramienta útil para obtener ese tipo de créditos dulces. Sepan que cementazo ha sido nominada al concurso “La palabra del año” por la Academia Costarricense de la Lengua.
Embajador. Cargo no diplomático que ejerce un político paniaguado o diputado en representación de otro político, o de un particular, a los cuales apoya indiscriminadamente. Generalmente, tanta lambisconada acaba en bajada de piso o en inhabilitación para ocupar cargos públicos.
Tapistrado. Funcionario judicial afecto a la bebida.
Comprar ropita de bebé. Metáfora excelsa para indicar los motivos del lobo. Excusa pluscuamperfecta cuando se viaja al exterior por razones opuestas a dicho acto de consumo paternal.
León. Antiguamente, el rey de la selva. En la actualidad, significa equipo de fútbol venido a menos.
Monstruo. Exageración lingüística que no asusta ni al bebé de la Llorona.
Modelo. Hombre o mujer o whatever, generalmente con carencia de talento o de talante. Antes, en los diarios y revistas salían las fotos de frente; la tendencia ahora es de espaldas. Casi nunca les muestran los pies.
“Influencer”. Bajo la influencia del inglés, esta otra palabrilla quiere reemplazar a influyente, la cual tiene el ADN en el lugar correcto. Por favor, no decir influyentes e influyentas.
Afectación. Palabreja de moda con la que se llenan la garganta los meteorólogos, así como cronistas de sucesos y afines. Suprime sus diversos sentidos originales como artificio, fingimiento, simulación, hasta hipocresía, para ser ahora indicio de impacto, desastre o resultado. Es la que más molesta a mis castos oídos.
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Lo que. Desafortunada muletilla predilecta de los periodistas deportivos de la radio, aunque ejerce creciente fascinación sobre reporteros y comentaristas de otras ramas, y la ciudadanía en general. Por ejemplo: “Vamos a ver un partido en lo que será el estadio de Cartaginés, en lo que será una prueba de fuego para lo que es su nuevo entrenador”. Esta figura enflaquecida se llama loqueísmo crónico y cuesta mucho que se quite.
Importante. Palabra degradada que se utiliza en lugar de esencial, superior, principal, notable, capital, ilustre, primordial, sobresaliente, fundamental, medular, fuerte, etc., etc., etc. Así vista, importante es una palabra importante.
El que no offshora no mama. Un poquito de acento argentino ayuda a entender mejor este dicho. Para los que tienen mal oído, hay que reemplazar “offshora” (de offshore, sistema de ocultamiento de capitales que raya en lo ilegal) por “llora”. Ver Panama Papers y otros.
Posverdad. Esta expresión, como muchas otras, nos viene del inglés (post-truth). Consiste, según la Real Academia de la Lengua, en una distorsión deliberada de la realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. Se advierte que demagogos y populistas son muy dados a ella. Sinónimo preferencial: mentira.
Kakistocracia. Esta es la perla de las palabras que me dejó el año viejo. Creo que me cayó del cielo, pero viene del griego. Parece que se registró por primera vez en 1944 como “gobierno de los peores”. En detalle: kakistos es el superlativo de kakos. Kakos significa malo, sórdido, sucio, vil, incapaz, innoble, perverso, nocivo, funesto y otras bellezas. Si kakos es lo malo, kakistos es lo peor. ¿Para allá vamos?
El autor es periodista.