Oscar Arias y la crisis del reformismo

Como manifestó Indira Ghandi, es muy difícil estrechar las manos con el puño cerrado

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Para mí –y en esto coincido con Alberto Echandi Montero–, la política no vale “una gota de sangre de un solo costarricense”, y agrego: ni el lenguaje del odio que divide, insulta, amenaza, envenena, amarga y envilece.

El título de este comentario anuncia la hipótesis que sustenta su argumento: los ascensos políticos del Dr. Oscar Arias Sánchez han estado precedidos por momentos de crisis en el reformismo de la tercera vía del desarrollo social.

¿En qué consiste la tercera vía? Se trata de un capitalismo que se traduce en reformismos socialdemócratas, democristianos, liberales y socialistas. ¿Y qué es el reformismo? Una corriente de pensamiento según la cual las sociedades evolucionan mejor mediante cambios parciales y progresivos.

De 1940 a 1990, los reformismos de tercera vía conocieron una evolución que les permitió abordar con éxito los desafíos de la reforma social, la Asamblea Nacional Constituyente, la sustitución de importaciones, el Estado de bienestar, la apertura comercial, la pacificación de Centroamérica, el final del Estado empresario y la derrota de las políticas guerreristas de EE. UU., la URSS y Cuba.

Calderón Guardia, Teodoro Picado, Manuel Mora, Víctor Manuel Sanabria Martínez, Luis Alberto Monge Álvarez, José Figueres Ferrer, Mario Echandi, Francisco Orlich, José Joaquín Trejos, Daniel Oduber, Rodrigo Facio y Oscar Arias Sánchez son fundamentales para entender los éxitos del reformismo y de la tercera vía en aquellos años.

Hacia finales de los setenta y principios de los ochenta del siglo XX, el proyecto histórico del Dr. Arias, que él venía explicando desde 1967, desplazó a los otros –liberal, marxista, Estado empresario–, y al hacerlo contó con el apoyo de Isaac Felipe Azofeifa, Alberto Cañas Escalante, León Pacheco, Eugenio Rodríguez Vega, Enrique Benavides, Jorge Manuel Dengo y José Marín Cañas.

El historiador David Díaz Arias arroja luz sobre aquella coyuntura al estudiar el respaldo que el grupo Soberanía, las comunidades académicas y el Semanario Universidad dieron a la política exterior del gobierno (1986-1990) (Ensayo Los intelectuales costarricenses y el Plan de Paz de Oscar Arias, 1986-1987, inserto en el libro Visión y coraje ).

El ascenso del Dr. Arias en los ochenta fue antecedido por la crisis económica, las divisiones en el Partido Unidad, las denuncias de corrupción que involucraban al Partido Liberación Nacional y la parálisis ideológica de esa agrupación política, señalada con lucidez por el periodista Enrique Benavides Chaverri.

Sobrevino después una fase de ascenso del reformismo democristiano (1990-2004), que creó la más importante síntesis político-social de esos años al combinar economía social de mercado, liberalismo económico, liberalismo político, humanismo secular y pensamiento social del cristianismo.

Es durante esta época que el bipartidismo del reformismo histórico ingresa en un acelerado descrédito que culmina en la consolidación de Acción Ciudadana, el Movimiento Libertario y el Frente Amplio.

Al iniciarse el año 2005, el bipartidismo se encontraban en franca decadencia.

En ese contexto, el Dr. Arias Sánchez retorna a la lucha electoral y profundiza, entre los años 2006 y 2010, la estrategia de desarrollo iniciada en los ochenta, al tiempo que impulsa las relaciones con la República Popular China, el re-establecimiento de relaciones con Cuba, el traslado de la embajada de Costa Rica de Jerusalén a Tel Aviv y el reconocimiento del Estado Palestino.

Todo esto, sin embargo, fue una pausa porque en los años que siguieron la crisis del bipartidismo no se detuvo; en el 2014, el PLN abandonó las elecciones nacionales, Acción Ciudadana obtuvo una victoria contundente y el Frente Amplio elevó su poder político.

Los lemas “vamos a cambiar a Costa Rica” y “una nueva forma de hacer política” enarbolados por el actual gobierno se derrumbaron como castillos de arena. Se quiso hacer tabla rasa del pasado, creyendo que la historia había empezado en el 2014, y que lo anterior era una nada tenebrosa, pero al poco tiempo fue evidente que la pretensión de abandonar la estrategia de desarrollo iniciada en los ochenta era un contrasentido histórico, una puerilidad, y que a las nuevas autoridades les faltaba experiencia, claridad y carácter tan siquiera para intentarlo.

En la actualidad, todos los reformismos padecen de insuficiencia intelectual, están atrapados en oportunismos, divisiones y luchas intestinas, sin aliento estratégico, ni programático. Semejan religiones que para mantener la ilusión del poder se apoyan en la ignorancia de quienes las siguen. Esta circunstancia puede revertirse a condición de tener éxito en:

Erradicar la pobreza extrema, reducir la pobreza y la desigualdad, y expandir las clases sociales medias por medio del crecimiento económico, la productividad, la eliminación de duplicidades institucionales y la racionalización del sector social.

Erradicar la burocracia político-sindical-académica que ha privatizado al Estado y al gobierno para favorecer intereses sectoriales y feudos de poder.

Desarrollar la educación y la cultura como ámbitos transversales de la convivencia colectiva, sin los cuales la vida de las personas pierde coherencia, significado y sentido.

Desarrollar la sociedad secular por medio de la expansión de los derechos humanos, el Estado laico, la fecundación in vitro, las sociedades de convivencia, el respeto a la diversidad sexual y la completa emancipación de las mujeres.

Algunos personajes políticos piensan en estos temas, y en el caso del expresidente Arias, sé que los estudia. Ignoro si él aspira a la presidencia de la República, pero en la noche del 7 de octubre del 2007, al conocerse los resultados del referéndum sobre el TLC, expresó un pensamiento clave: “Ninguno de los que hemos participado en esta discusión es dueño exclusivo de la verdad. La verdad habremos de hallarla entre todos, abriendo la mente, revisando nuestras creencias, tolerando la opinión contraria, dialogando (…). Nos toca ahora la tarea, mucho más interesante, desafiante e importante de identificar nuestras coincidencias y construir sobre ellas”.

Como manifestó Indira Ghandi, “es muy difícil estrechar las manos con el puño cerrado”, y al igual que hizo Edmund Percival Hillary, el primer hombre en llegar a la cima del Everest, debe recordarse que “no es la montaña la que hay que conquistar, sino a nosotros mismos”, a nuestras insuficiencias intelectuales, a nuestros sectarismos e ignorancias, para así entonar un canto nuevo y ser promesa de “la vida que perdura, más allá de la vida dura y breve” (José María Vittier en Al pie de tus altares ).

El autor es escritor.