Hubo un tiempo inmenso en que el amor se sentía diferente, las sensaciones estallaban como palomitas de maíz y las nubes eran poco menos que algodón de azúcar.
Para nuestra generación, ir a la tienda de discos a comprar un vinilo era el resultado del ahorro de la mesada, y a menudo de todo el long play solo una o dos canciones merecían la pena… pero bastaba cerrar los ojos y añorar.
Lo único digital eran los dedos de la persona amada al dar un paseo por las fiestas patronales o la plaza del pueblo. La gente no tenía miedo de mirar a los ojos, ni de caminar por las calles.
Casi siempre existía correspondencia entre lo que se decía y lo que se hacía, el espacio para la insensatez era reducido y eso no significa que todo tiempo pasado fue mejor, pero sí, al menos era distinto.
Abrazar el cambio. En lo emocional los seres humanos seguimos siendo básicamente los mismos, no hemos evolucionado al mismo ritmo que la tecnología, quizás por eso nos aturde el trepidante ritmo de la información y el fácil acceso a las diversas formas de entretenimiento que son aparentemente gratuitas.
Sin embargo, lo esencial permanece. Si se observa con atención, deambulan corazones rotos por la ciudad, hay centellas nuevas en las miradas de los jóvenes que apenas empiezan y las prisas van cobrando sus presas con cuadros de estrés y enfermedad.
La supervivencia se torna en una empresa difícil que hay que batallar día tras día conduciendo al olvido de los significados y de los propósitos.
La soledad es una manta grande que abriga a tanta gente que se elige ignorarla porque quizá así desaparezca como por arte de magia.
No hay final. Independientemente del éxito o del fracaso, las alegrías o miserias, ya que la vida es un don que nos ha sido otorgado, sugiero exprimirla como un racimo de uvas y beber de su elixir a cada efímero instante, porque discurre cual gacela en plena faena.
Los hijos son la esperanza de continuar aquí de alguna manera y se espera que sean consecuencia del amor; sin embargo, ellos no son una prolongación de sus progenitores, son la energía renovada del misterio de la vida y nosotros… debemos aceptar con humildad y alegría que a pesar del recuerdo no estaremos siempre.
El autor es abogado.