Los niños de mi generación jugábamos quedó o policías y ladrones. Durante la persecución, alguien gritaba de repente “¡cortis!”, e inmediatamente todos nos deteníamos. Quien solicitaba un “cortis”, o pausa, planteaba una reconfiguración de los equipos o un cambio en las reglas. Rápidamente, deliberábamos y llegábamos a acuerdos, después de lo cual el juego se reanudaba.
Al analizar la evolución del Estado y sus relaciones en el más alto nivel, parece que llegamos al punto de gritar “¡cortis!”. No solo se debilitó la comunicación entre poderes, sino que se percibe un clima de confrontación que va más allá de la sana diferencia de criterios.
No faltan renuncias y despidos en juntas directivas e instituciones; proyectos de ley aprobados por el Legislativo que el Ejecutivo veta, y el primero luego los resella; decisiones y decretos recusados en sede constitucional; relaciones institucionales con diversos medios de comunicación y otros grupos de la sociedad, minadas con amenazas o acciones legales. La casa está dividida y, como reza el Evangelio, “una casa dividida contra sí misma no puede prevalecer” (Mateo 12:25).
El país se mueve por inercia. Nos levantamos a trabajar porque el comercio, empresas e instituciones abren sus puertas, pero, al alzar la mirada al nirvana político en busca de guía o de una estrategia como país, encontramos un horizonte con nubarrones e incertidumbre, de relaciones hostiles que llenan las portadas de medios informativos y las redes sociales.
En la llanura, las familias sufren un desempleo del 11,6 % (el segundo más alto de Latinoamérica) y una informalidad cercana al millón de personas. La inflación anual cerró en el 2022 en un 7,9 % (fue un 9,5 % en agosto) y la tasa de política monetaria, al pasar del 0,75 % al 9 %, afecta los créditos personales y empresariales.
El Banco Central señaló en su recientemente publicado Informe de coyuntura económica (enero del 2023), que “el índice mensual de actividad económica (IMAE) registró un incremento interanual del 3,2 % a noviembre del 2022, es decir, una desaceleración de 6,8 puntos porcentuales con respecto al mismo período del año anterior... La producción del régimen definitivo presenta crecimientos inferiores al 1 %, debido principalmente a la contracción en las actividades de manufactura (nueve meses con tasas interanuales negativas), construcción (un -5,8 %), agropecuarias (un -3,9 %) y servicios de administración pública (un -1,5 %)”.
En el campo social, la situación no es menos calamitosa, con apagones en salud, educación, seguridad e infraestructura, entre otros.
Los estragos de la invasión de Rusia a Ucrania se traducen en inestabilidad, escasez y altos precios en alimentos, metales, energías y fertilizantes, los que a su vez encadenan todo lo que se mueve. Esto, sin obviar el riesgo de una catástrofe mundial si alguno de los países en conflicto recurre a las armas nucleares.
El panorama es lo suficientemente grave como para alentar un urgente acercamiento entre las partes. Podemos llamarlo, como en el pasado, diálogo, concertación o incluso pacto de concordia. Los poderes del Estado y otros grupos organizados con representación social deben buscar canales para mejorar la comunicación y el entendimiento.
La hostilidad debe ceder ante el sano debate de ideas dentro del proceso democrático, y procurar acuerdos donde cada uno ceda algo y el país gane en la confluencia de opiniones.
Es poco o nada lo que se consigue al establecer derroteros y plasmar una visión a largo plazo. Algunos se enfrascan en demasía en pleitos de pasillo. Lo peor es que nada cambie, que los siguientes 39 meses del gobierno sean una réplica de los primeros nueve y que, en el ínterin, la crisis económica y social se profundice y nos sorprenda desvalidos.
Este es un llamado a detener máquinas, hacer una pausa y que, como cuando niños, se resuelvan los grandes problemas entre adultos.
El autor es economista.