Hace unas semanas Manuel Vincent, uno de los columnistas más agudos de El País de Madrid, escribió "la unidad del planeta, más que una categoría geopolítica es una conquista de la mente". En efecto, la planetaridad, como me gusta decir a mí, es uno de los procesos más importantes que se están dando en nuestros días, capaz de generar un cambio trascendental en el destino común de la humanidad, si llega a imponerse en la conciencia de la mayoría de los habitantes de este planeta, porque hará posible nuestra supervivencia como especie dominante en la Tierra. Mirando las cosas desde la otra cara de la moneda, también podemos afirmar que el actual ser humano, producto de esta civilización consumista, egoísta y competidora, ya no es viable en el mundo de hoy. Con más de 5 mil millones de habitantes, hemos cruzado el umbral de tolerancia para la actual forma de convivencia de la especie humana. Por eso, o cambiamos radicalmente o bien desapareceremos en medio de un espantoso desastre nuclear, ecológico y moral.
Igualmente ha escrito Manuel Vincent "percibir la unidad del planeta es una forma de amor y puede convertirse en la cima de la mística moderna para quien sea capaz de sentir los latidos que da la Tierra mientras navega por el universo". Formas de amor social han habido muchas y son necesarias para culminar la realización de los amores humanos y divinos. En nuestros días se hace imprescindible encontrar una salida social para esta necesidad de amar y soñar con un futuro mejor. La revolución proletaria fue la última forma que adquirió esta posibilidad de amar socialmente a todos los hombres. Recordemos las hermosas palabras del Che Guevara: "A riesgo de parecer ridículo déjeme decirle que el amor es la característica principal del revolucionario". Pero naufragada la revolución proletaria, el neoliberalismo nada positivo nos ofrece en este terreno. Encuentro que no hay otra forma más adecuada para la mística social y conforme a los conocimientos de nuestra época que la planetaridad. Desde la planetaridad, como estado ampilado de conciencia, podremos percibir más fácilmente que somos parte solidaria de la especie humana, una de las tantas que coexisten en este planeta, uno de los tantos millones de millones de cuerpos que navegan en el universo infinito.
Igualmente se nos hará más evidente entender que las soluciones al hambre del Tercer Mundo, el logro de la paz mundial, el control adecuado de la población y la no agresión a la Naturaleza, solo se pueden obtener trabajando a escala planetaria. Por eso la tarea primordial de nuestro tiempo consiste en esforzarnos por construir la justa convivencia a nivel planetario. Plantearse la política en términos de un gobierno mundial ya no es una fantasía, sino una exigencia de los procesos de globalización que dominan este planeta. Pero el gobierno mundial solo podrá garantizar la supervivencia de nuestra especie si logra asentarse en la justicia social, si es producto de una voluntad general de la humanidad, si se genera a partir de un pacto social producto del consenso de todos los hombres.
A lo dicho por Manuel Vincent "Mas que una categoría geopolítica la unidad del planeta es una conquista de la mente. . . y una forma de amor que puede convertirse en la cima de la místisca moderna" me parece apropiado agregar la planetaridad es la hermosa y esperanzadora forma que adquirirá la utopía política del siglo XXI.