En las elecciones convocadas para el 1.° de abril entrante, participarán, exclusivamente, los finalistas de la primera ronda celebrada en febrero: Fabricio Alvarado, del Partido Restauración Nacional, y Carlos Alvarado, del Partido Acción Ciudadana, por lo cual los electores estamos forzados a escoger a uno de ellos o abstenernos de votar, como proclaman muchos descontentos dispuestos a incumplir con su deber cívico.
Aunque ambos candidatos eran desconocidos hasta hace poco tiempo en el campo político, a estas alturas de la campaña es evidente que representan tendencias claramente contrapuestas, por lo que en realidad no se justifica la indecisión que aún persiste en gran número de electores. A Fabricio se le puede tachar de políticamente inexperto, pero lo importante es que ha mostrado una clara apertura al diálogo con los sectores productivos del país para introducir los cambios necesarios para reactivar nuestra economía.
Por otra parte, independientemente de sus convicciones religiosas, a las que tiene perfecto derecho como ciudadano de un país que goza de libertad de culto, ha dado claras muestras de que no es ni remotamente el fanático ayatola que sus enemigos políticos han querido presentar.
Carlos Alvarado, también inteligente y de fácil palabra, pero izquierdista y estatista a ultranza, calculadamente ha querido apartarse en algunos puntos de la actual administración, pues no puede desconocer la creciente impopularidad del presidente Solís, pero no por ello deja de ser, en el fondo, un continuador de la línea PAC.
Prosindicatos. Es harto evidente su afinidad con los sindicatos del sector público que se han adueñado de importantes instituciones del Estado, a las que agobian con toda clase de beneficios adicionales a los que ellos califican de “derechos adquiridos” sin importarles que, para continuar la fiesta, haya que decretar más impuestos y, como consecuencia, sigan aumentando los precios de artículos de primera necesidad.
Prescindiendo de la ampulosidad con que la envuelven, el programa de Carlos Alvarado es simplemente más de lo mismo, sin que por ninguna parte se anuncien los cambios que el país necesita urgentemente.
Lamentablemente, el debate político se ha visto complicado por temas que, sin restarles importancia, no constituyen puntos esenciales que deban ser dilucidados en un programa preelectoral.
La tarea impostergable es reducir el tamaño del Estado para que asuma con seriedad y eficiencia las funciones que le son propias y reactivar nuestra economía, estimulando a la empresa privada para que haya más puestos de trabajo e implementando las medidas legales y administrativas adecuadas para que más empresarios se sientan invitados a invertir. Naturalmente, nada de esto lo lograremos favoreciendo al mismo partido que nos ha llevado a la parálisis económica y a la incertidumbre que actualmente nos amenaza.
Revertir el rumbo. Hace cuatro años, un nutrido sector mayoritario de los electores, del que me complace no haber formado parte, le brindó su respaldo al PAC, con los resultados que actualmente todos conocemos y lamentamos. Ha llegado el momento de revertir el rumbo.
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Tengo confianza en la madurez cívica del pueblo costarricense y, por lo tanto, confío en que el próximo 1.° de abril una amplia mayoría de electores rectificará el error cometido hace cuatro años y aprovechará la oportunidad que la patria nuevamente nos brinda.
Considerando mi avanzada edad, es probable que esta sea la última oportunidad en que me sea dado participar en una elección nacional. Para mí, será una gran satisfacción saber que he cumplido con mi deber ciudadano dándole mi voto a Fabricio Alvarado.
El autor es abogado.