Además de ser un hermoso pueblo en los Alpes suizos, Davos se convierte durante una semana cada mes de enero, desde hace 47 años, en la sede de la reunión anual del Foro Económico Mundial. Los CEO de las principales empresas del mundo se reúnen con los líderes de las más importantes economías globales, líderes religiosos, representantes de la academia y organizaciones no gubernamentales para debatir, en un espacio abierto, ideas de cómo mejorar el mundo.
Este año, tuve el honor de ser invitada al foro como parte de una delegación de 50 jóvenes de diversas naciones con el objetivo de discutir cómo podemos crear un futuro compartido en un mundo fraccionado.
Luego de participar en debates y foros con empresarios como Jack Ma o Bill Gates, con líderes mundiales como Emmanuel Macron y Justin Trudeau y jóvenes inspiradores como la premio nobel Malala Yousafzai, me queda claro que no solo garantizando el acceso a la educación tenemos la clave para fomentar el desarrollo del país.
Retos. Siendo una joven que durante su formación ha pasado por todo el sistema educativo público, al llegar al foro y contrastar mi realidad con la de los otros muchachos participantes, he podido identificar algunos retos fundamentales que tenemos pendientes para garantizar que todos los jóvenes costarricenses tengan instrumentos que les permitan acceder a mejores oportunidades en el mundo: 1) La existencia de un sistema entrelazado que permita al alumno la articulación en sus estudios de acuerdo con sus necesidades y preferencias, como en Suiza. 2) El involucramiento de las empresas en la formulación de programas educativos que promuevan la creación de habilidades blandas en nuestros jóvenes. Alemania y Austria son ejemplo de ello. 3) El cambio en los paradigmas de enseñanza, pasar de un sistema que premia el uso de la memoria a uno donde primen la innovación y el desarrollo del pensamiento analítico, artístico y emprendedor. Estos son algunos de los principales retos.
Si en algo se ha caracterizado Costa Rica es en que nuestra historia está llena de decisiones valientes y visionarias que han apostado por enriquecer el talento humano de nuestra población.
Prueba de ello es que hoy destinamos el 8 % de nuestro producto interno bruto a la educación, pero para llegar a eso, hace casi 150 años declaramos gratuita y obligatoria la instrucción primaria, hace 135 años empezamos la ampliación de la educación secundaria, la preescolar y la general básica tienen casi 70 años de ser obligatorias y, a pesar de ser un pequeño país, contamos hoy con más de 50 universidades y centros de estudios en distintas partes del país. Está claro que el acceso al sistema está garantizado, pero ese acceso no necesariamente implica calidad. Los resultados de las pruebas PISA nos dan una idea de cómo estamos en comparación con otros países en ramas como lectura, ciencia y matemática, y la realidad es que Costa Rica no alcanza la media de los países de la OCDE.
Mejorar la calidad. Los retos que supone la revolución 4.0 y los cambios que vivimos en el mercado laboral harán que la brecha entre ricos y pobres se incremente si no mejoramos la calidad de la educación que reciben nuestros jóvenes.
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Somos un país que ha puesto en su moneda orgullosamente la efigie de aquellos costarricenses estandartes de la educación como Mauro Fernández, Carmen Lyra o Emma Gamboa, gigantes que revolucionaron nuestros modelos educativos.
Los rostros que llevarán impresos nuestros billetes dentro de 50 años son los de aquellos educadores que ejercen su labor hoy y están llamados a dejar el confort y brindar a las próximas generaciones de costarricenses oportunidades reales de sobresalir en un mundo cada vez más competitivo.
Debemos hacer política pública en materia educativa pensando en que no podemos dejar a nadie atrás.
La autora es estudiante de Derecho.