Soy un adulto de 73 años, jubilado de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) y de la Universidad de Costa Rica hace 11 años. Fungí en ambas instituciones como asistente especialista, profesor y jefe de clínica en el Hospital de las Mujeres durante más de 30 años.
La CCSS me pagaba un salario acorde con nuestra profesión y a la situación del país; me brindó préstamos para adquirir casa, vehículo y otros bienes.
La UCR me dio el prestigio y la oportunidad de ayudar en la formación de, aproximadamente, 800 médicos internos y 100 residentes que se especializaron en mi rama profesional, la ginecología y la obstetricia.
Me pensioné con un salario de ¢1,5 millones del Régimen de Invalidez, Vejez y Muerte y ¢350.000 de la UCR, los cuales han variado muy poco, pero me han dado lo básico para una vida normal.
Laboro aún en la práctica privada porque me mantengo física y mentalmente bien. Recordemos que la esperanza de vida en nuestro país es de 80 años y mantenerme activo y productivo es un orgullo.
Por mi trabajo como profesional independiente pago a la Tributación Directa, aproximadamente, ¢2 millones al año y esa cifra, según mis cálculos, se duplicará o triplicará cuando se apruebe la Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas, lo cual me obligaría a hacer ajustes presupuestarios familiares; sin embargo, estoy con todo gusto y plenamente consciente del alcance de mis acciones para colaborar con mi querido país y sus instituciones.
Aún pertenezco a sindicatos como la Unión Médica Nacional y a la Asociación Nacional de Educadores (ANDE), pero antepongo los intereses de mi país a los personales, ya que Costa Rica ha sido desangrada por los desmedidos privilegios concedidos.
Debemos reconocer la valiente y decisiva labor del presidente porque quienes lo precedieron no cumplieron su obligación de solucionar estos graves problemas.
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Quiero enfatizar que todo reajuste tributario será bienvenido siempre y cuando se eliminen los odiosos privilegios que representan los salarios desmedidos para nuestra realidad económica, las convenciones colectivas y la evasión fiscal que se ve en todo nivel social y económico.
El autor es ginecólogo.