Luego del éxtasis que merecidamente acompaña la victoria, quien resulte electo presidente del país va a enfrentar un serio problema a la hora de buscar quién lo acompañe en la ardua labor que le espera: nos referimos a los salarios francamente ridículos que ofrecerá a sus futuros ministros, viceministros y vicepresidentes, quienes, cuando mucho, ganarán la mitad de lo que percibe un magistrado, o menos si se trata de algunos presidentes ejecutivos, profesionales liberales o CEO del sector privado.
Desde hace algunos años se vienen contando anécdotas, tal es el caso de un presidente que quiso traer a un ilustre profesor costarricense desde una universidad estadounidense, donde percibía un salario cercano a los $30.000 mensuales, y le ofreció el Ministerio de Hacienda, o, lo que es lo mismo, se le pidió que sacrificase una vida activa, interesante y relativamente tranquila en Estados Unidos a cambio de unos $5.000 mensuales (sin anualidades) y el honor de ser ministro en Costa Rica. El resultado pueden imaginarlo.
Varios catedráticos universitarios y antiguos funcionarios judiciales, como es sabido, han preferido pensionarse y con ese ingreso desempeñar ad honorem distintos cargos en la presente administración.
En el caso de los vicepresidentes, era tan simbólica la paga que se inventaron hace algunos años darles “chamba” de ministros para mantenerlos cerca del presidente.
Es menester recordar que, además del conocimiento técnico-político requerido, un ministro debe ser al menos bilingüe, tener experiencia gerencial, admitir una exposición mediática 24/7 y enfrentar un torbellino de pasiones, juegos de intereses y asedio mediático. Asimismo, puede ser desnudado públicamente por órganos de control, vender o trasladar negocios que pudiesen dar lugar a incompatibilidades, con el riesgo latente de terminar ante los estrados judiciales ante cualquier error.
Doble moral. Dejemos la política aldeana y la doble moral que a menudo nos caracteriza, y tengamos claro que todo gobierno debe contar con los mejores hombres y mujeres disponibles, y para ello debe remunerarlos dignamente.
La democracia exige en esos cargos gente muy capaz, ejecutivos de clase mundial. Ello requiere un estipendio digno.
Por lo tanto, la compensación, en el caso de los puestos de ministro, siendo constitucionalmente los rectores de las acciones de Gobierno, debe ser adecuada a las responsabilidades asignadas.
Hago un respetuoso llamado a los precandidatos y autoridades gubernamentales, a la prensa misma, a catorce meses de las próximas elecciones, cuando aún el cálculo populista y las pasiones no se han desbordado, para que tengan presente este grave problema y empiecen a allanar el camino del próximo gobierno, proponiendo un aumento sustancial y un mecanismo automático que permita dar cierta competitividad a los salarios de ministros, viceministros y vicepresidentes.
Todo esto sin duda ha venido produciendo un peligroso debilitamiento de las competencias y capacidades del Poder Ejecutivo, frente a otros poderes e instituciones del Estado costarricense, lo que a todas luces es inconveniente.
El autor fue director general de Servicio Civil.