El artículo publicado ayer por don Jorge Guardia ( La Nación , p. 27A), acerca del contenido “ideológico” que existe detrás de la iniciativa del nuevo Reglamento de Fraccionamientos y Urbanizaciones reduce una discusión de trasfondo técnico y legal (ordenamiento territorial y el marco normativo que lo rige), a simples dicotomías de “ricos” contra “pobres” e “izquierda” contra “derecha”, que resultan sumamente preocupantes, dado que pueden inducir a error al lector lego en la materia, razón por la cual conviene precisarle a don Jorge y a la ciudadanía lo siguiente:
La discusión en torno al modelo de desarrollo urbano y de ciudad que queremos no es una cuestión de derechas o izquierdas. Es una cuestión técnica, fundamentada en principios tales como la búsqueda del desarrollo más equilibrado en el aspecto social, económico y ambiental –desarrollo sostenible– y bajo el cual se han aceptado ciertos dogmas tales como que el desarrollo económico debe contribuir al desarrollo social y que deben existir ciertas limitaciones a los derechos individuales en aras del superior interés del colectivo.
Cualquier planteamiento que desconozca estos argumentos es contrario al desarrollo sostenible, y en definitiva es más propio del capitalismo del siglo XIX que tanto contribuyó a los conflictos sociales y bélicos de la primera mitad del siglo XX.
Precisamente, países como Inglaterra, Francia y Alemania, que defendieron el individualismo y la libertad de empresa sin restricciones, fueron los primeros en reconocer y aplicar sobre su territorio políticas e instrumentos para ordenar, regular y planificar en dónde y cómo se pensaba construir, y qué tipo de ciudades se deseaba articular, partiendo de dos máximas fundamentales: que un desarrollo territorial equilibrado contribuye a generar mayores riquezas y mayor bienestar general a todos los habitantes de un territorio; y que se requiere de la actuación estatal, dado que si el mercado se deja por la libre, sus dinámicas contribuyen al desarrollo polarizado y a una sobreutilización del territorio y sus capacidades, lo cual entraña el riesgo de agotar los recursos de forma definitiva (como por ejemplo, el caso del cantón de Santa Cruz).
Espacios inclusivos. Los países desarrollados de Europa occidental y del norte se caracterizan por contar con modelos urbanos muy distintos, donde algunas personas sí tienen carrazos, “chozones” y demás comodidades que don Jorge defiende con tanto ahínco –supongo, pensando en la mayoría de costarricenses que disfrutan de estas utilidades–. No obstante, también se caracterizan por tener espacios públicos accesibles para todos los sectores sociales, infraestructuras de servicios médicos y educativos públicos de alta calidad para todos los habitantes, sistemas de movilidad urbana orientados hacia el transporte público y una serie de obligaciones tributarias y de cargas urbanísticas para los desarrolladores, que permiten aumentar el valor de los terrenos mediante la infraestructura añadida, no la simple especulación inmobiliaria.
Menos desigualdad. No hay ningún resentimiento ni anhelo de comunismo encerrado dentro de las páginas del proyecto de reglamento referido; como coautor de ese texto, no considero que el modelo populista o el comunismo ortodoxo sean las formas correctas de orientar el desarrollo de nuestro país.
No obstante, sí considero, con todo el fundamento técnico y las cifras en la mano, que es necesario revertir ciertas dinámicas constructivas y urbanísticas que han configurado a la Costa Rica más económica y socialmente desigual que se recuerde, con el añadido de los problemas ambientales y de movilidad conocidos de sobra por todos los costarricenses.
El modelo utópico donde todos seremos ricos y el Estado no debe intervenir de ninguna forma fue propuesto por Adam Smith hace más de doscientos años, e impulsado en este país de forma abierta desde el inicio de la década de los ochenta, por personas como don Jorge a la cabeza de estos procesos. Los resultados los vivimos todos de forma diaria.
Pese a las bondades pregonadas por ese sistema de capitalismo a ultranza, considero que sí es posible construir y plantear un modelo distinto de desarrollo, donde los que puedan tener carros y “chozones” los tengan, pero también donde los que no lo puedan, tengan parques, Ebáis, colegios... en general, espacios públicos dignos.
Este planteamiento no lo hago desde la derecha o la izquierda, sino desde la simple y llana humanidad.
(*) El autor es abogado, especialista en medioambiente y derecho urbanístico