Representar, legislar, controlar el Poder Ejecutivo y legitimar son, por decirlo así, los deberes inherentes a la condición de diputado a la Asamblea Legislativa; deberes que nacen del favor y la confianza de los costarricenses, quienes hacen posible nuestra elección. En otras palabras, deberes que se originan en el ámbito de la soberanía popular.
Es el pueblo, entonces, el que espera que hagamos posible el ideal democrático de representarlo dignamente, con seriedad, con responsabilidad, con estudio y trabajo continuos, porque la verdadera representación exige ofrecer un amplio espacio a todas las instancias, incluso particulares, siendo capaces de seleccionar y sintetizar las diversas demandas y convertirlas en soluciones políticas.
Como resultado de este espíritu constructivo que nos anima, la Asamblea Legislativa ha podido aprobar 49 leyes en 6 meses y tiene la oportunidad de llegar a superar el promedio histórico anual que se ha registrado durante el segundo año de trabajo de cada Congreso.
Del total de leyes aprobadas no menos de 16 tienen impacto en lo social y económico, entre ellas sobresalen la Reforma Procesal Laboral, votada en segundo debate recientemente, que es una conquista social de enorme relevancia para el país; la ley que exoneró del impuesto sobre la renta a las pensiones voluntarias generadas al amparo de la Ley de Protección al Trabajador; la que fortaleció el régimen municipal al transferirle más recursos para atender la red vial cantonal; y la que puso un límite a las pensiones de los diputados financiadas con cargo al presupuesto nacional, entre muchas otras.
El diálogo, no la imposición, y la construcción de acuerdos entre diferentes fracciones es, y debe ser, un principio lógico y normal en un régimen multipartidista, que no cuenta con mayorías parlamentarias.
Esta ha sido una fortaleza de la presente legislatura, donde el ambiente que predomina es la búsqueda de consensos y no la exclusión de minorías. Todo esto dentro de una dinámica interna que permite encontrar los espacios de discusión y aprobación de leyes, donde no se producen bloqueos políticos sino que, por el contrario, se generan fuertes sinergias para construir acuerdos en los que prevalece el interés nacional sobre el partidario.
Diálogo continuo. En conjunto con los jefes de fracción, se han podido ir conformando y definiendo los temas vitales para el país en los que no hay diferencias de fondo.
Aunado a esto se han identificado con exactitud aquellos proyectos que son de interés para el Poder Ejecutivo, los de las fracciones y a los que regularmente es necesario brindar aprobación legislativa.
No existe duda en que para lograr mejores avances necesitamos el diálogo y el acercamiento permanente entre representantes y representados cuyos intereses históricos, culturales y económicos son comunes.
En tal sentido, la labor de la Asamblea Legislativa siempre se sustenta en la búsqueda de equilibrios y el respeto recíproco entre los compañeros diputados.
Dejar que hable la razón, sembrar la confianza, alimentar el optimismo y, en particular, asumir con prudencia y firmeza el lugar que nos corresponde, es la tónica, sin olvidar la obligación de privilegiar nuestro juramento de respetar y cumplir los deberes de nuestro destino, que hace posible la esperanza de construir juntos un país mejor.
El autor es presidente de la Asamblea Legislativa.