Costa Rica necesita que seamos personas libres, autónomas y visionarias. A partir de la reflexión y las experiencias de vida, concluyo que se emprende el camino de la libertad en dos condiciones íntimamente relacionadas:
1. Un ejercicio responsable de metacognición. Cada quien debería identificar cuáles son sus fortalezas y carencias; la motivación de sus acciones y la forma de conseguir sus metas en consonancia con los valores personales. Así reconoceríamos lo que debemos asumir para emprender las empresas a las cuales aspiramos.
No es libre quien no tiene lo necesario para ocupar una posición y, aun así, obcecadamente insiste en ello, pues es esclavo de sus instintos y de su egoísmo. Ese ejercicio de reconocimiento interno también nos permitirá rodearnos de las personas que complementen nuestra valía, edifiquen nuestros motivos y que, con sinceridad, nos hablarán con la verdad. Reza la sabiduría popular: dime con quién andas y te diré quién eres.
2. La calidad de los compromisos que se establecen. En nuestras vidas, contraemos obligaciones, repartimos promesas y damos nuestra palabra. Pienso que una persona libre se compromete con sus enseñanzas, con sus principios y con sus valores. Se compromete con la humanidad que reside en su persona, con la visión de mundo que pregona y con quienes confían en su verbo.
No es libre quien olvida la misión emprendida, ni quien olvida el valor de la palabra, ni quien usa la mentira como instrumento de trabajo.
Cualidades necesarias. Para construir estos escenarios, la persona necesita valentía, integridad y carácter. Antes de proclamarse líder en espacios públicos, se debe ser líder en la propia vida.
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Una persona libre dice no a pesar de las consecuencias, muestra dignidad en momentos de dureza, no deja que el miedo tome las decisiones por sí mismo y vela por el respeto de quienes lo acompañan en el camino emprendido.
Siento que cada día es una búsqueda personal de esa libertad, en la que, en nuestra humana pequeñez, los miedos y los inmediatismos oscurecen el panorama. Ante la duda, la coherencia y la autoridad moral serán los acicates para salir adelante.
Recordemos nuestros valores y principios, no tiremos en saco roto nuestros floridos discursos y asumamos el peso de nuestras decisiones. La libertad es una decisión que empieza a construir en el interno hogar cálido de cada uno de nosotros.
Le debemos a nuestra tierra nuestra devoción ingenua y nuestro conocimiento acucioso, le debemos nuestro esfuerzo cotidiano y nuestra solidaridad eficiente.
Costa Rica necesita personas libres que darán muestras de grandeza en estos momentos donde la oscuridad del ahora y el frío del egoísmo atentan contra nuestra humanidad esencial.
Por ello, me pregunto si empezamos este proceso electoral con la libertad que nuestra responsabilidad requiere. Antes de proseguir con la vorágine electoral, deberíamos hacer un examen para reconocer nuestras acciones y rectificar nuestra senda por si nos hemos desviado del camino.
Es tan importante respetar el fondo como las formas, el destino se torna casi tan trascendental como la ruta para llegar a ese fin.
El autor es biólogo y docente.