Lo sucedido el pasado 6 de mayo en la Corte Suprema de Justicia cuando ocho magistrados votaron en blanco, más uno, “saltarín”, que se les sumó en dos ocasiones, de las cinco rondas para elegir al presidente de ese poder de la República, puede tener varias interpretaciones.
La personal lectura que hago de ello es que, además de lo evidente, o sea que la Corte está dividida, esa división es entre ese grupo de jueces y otro de 14. A su vez, este se inclina por uno u otro de los dos magistrados que se propusieron para el cargo.
Algún integrante ha hablado de “choque generacional” pero no lo creo pues si bien hay algunos jueces nuevos en ese alto tribunal, no hay mayores diferencias desde el punto de vista de políticas institucionales.
Tampoco creo que haya un reflejo de lo que sucede a nivel nacional, como lo menciono un candidato, pues ahí sí que se estaría en una encrucijada difícil de superar.
No hay tal y los miembros de esa instancia judicial, agrupados y dirigidos tan bien durante la larga administración de don Luis Paulino Mora, el anterior jerarca de la Corte, dice lo contrario.
No tengo duda de que a ninguno de los 22 magistrados se les pueda tachar para encabezar ese importantísimo órgano judicial pero la verdad es que siempre he apoyado aquel decir que “antes las canas a las ganas” y por ahí es que considero que el o la presidente de la Corte debe ser de una larga experiencia en la magistratura.
Si el grupo de los 14, aún sin el “saltarín”, lima asperezas puede decidirse entre la magistrada Villanueva y el magistrado Arroyo pues la elección se haría en la primera ronda la próxima vez y así se acaba con este impasse.
No quiero comparar esta elección con elecciones de otro orden, como la del Papa, que fue relámpago, ni menos con la de Venezuela pues ofendería a todo un cuerpo de juristas que me merecen todo el respeto, pero sí clamo porque este grupo, de los 14, que son una mayoría, opte por alguno de esos candidatos y así se impida que las boletas en blanco lleven este proceso ad infinitum.
El Poder Judicial sigue siendo el trapito de dominguear de los costarricenses y mal se le hace a la democracia en dilatar un asunto que no variará sustancialmente lo que su predecesor hizo y estuvo por llevar adelante sino se hubiera dado su lamentable muerte.