Algún extraño sino ha obligado al PAC y al FA a servir de defensores de este gobierno. Si el presidente comete un error, ahí estarán, de fijo, las fracciones del PAC y del FA para justificarlo. Del PAC se entiende, al fin y al cabo fue desde ese partido que Luis Guillermo Solís llegó al poder. Y como yo no me creo el cuento de que hay dos “PAC”, el de un Solís y el del otro Solís, es lógico que ese partido trate, no con poca dificultad, de justificar los desaciertos de su gobierno.
Al que del todo no entiendo es al FA, partido que, presuntamente, recoge la mejor herencia de Manuel Mora y una amplia lista de hombres y mujeres valientes, luchadores, independientes. No les luce ser hoy el furgón de cola de un desastre de gobierno que, según los términos de entonces, es un conglomerado pequeñoburgués sin ningún afán revolucionario en los hechos aunque a veces sí en las poses.
Error. En el más reciente error cometido por el presidente, mucho me temo que no el último de su mandato, el PAC y el FA salieron al unísono a defenderlo por el desaire en el seno de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Ambos partidos se manifestaron de acuerdo con el desplante presidencial. Del PAC era esperable, sus autoridades y representantes legislativos ya renunciaron al futuro político de este partido que quedará hipotecado por décadas ante los electores. Pero del FA, que ha hecho del argumento de no intervención en los asuntos de otros países –sobre todo cuando se trata de Venezuela, Cuba, Nicaragua y todo el ALBA– cuestión de Estado, esta actitud intervencionista del gobierno de Solís en los asuntos internos de Brasil no era, para nada, aceptable y, sin embargo, en lugar de recriminarle lo aplaudieron.
Entonces, a qué juega el FA, su vocación, por razones históricas, no es la de un escudero; al menos Vanguardia Popular nunca lo fue, por lo menos no cuando estaba bajo el liderazgo de Manuel Mora.
Prefiero creer que todo cambia y el FA cambió para vergüenza de los verdaderos revolucionarios y para desazón de quienes, desde algunas universidades, cafeterías y antros filosóficos siguen esperando que, algún día, el estalinismo se apodere del mundo. Todo parece indicar que no será a través del FA que tal cosa suceda.
El autor es abogado.