Esta semana, el señor Víctor Hurtado Oviedo escribió un artículo titulado “Ni cuotas ni paridad” criticando y tachando de irracional dos proyectos de ley que procuran fortalecer el sistema de cuotas a favor de las mujeres, así como promover la promoción de la igualdad. Su posición es que el Estado no debería privilegiar a personas ni grupos a través de leyes que impongan cuotas y paridad a favor de las mujeres. Según el autor, “ningún grupo nació con el derecho a su parte y que ante el Estado todos somos iguales”.
Esta posición es común en aquellas personas que, por pertenecer a los grupos privilegiados del sistema, no conocen la historia ni la realidad nacional y, por ende, carecen de conocimientos de género.
Las mujeres han sido uno de los grupos discriminados desde la Edad Media, cuando no eran consideras personas y ni siquiera podían decidir sobre su cuerpo, ejemplo de ello era el “derecho de pernada”, un derecho exclusivo de los señores feudales con el cual podían tener relaciones sexuales con cualquier mujer de su feudo que fuera a contraer matrimonio.
Las grandes luchas feministas fueron las que lograron conseguir el derecho al voto, poseer propiedad, protección laboral, igualdad de derechos dentro del matrimonio y derechos de reproducción entre otros.
Desigualdad. Las mujeres costarricenses representamos el 63 % de las personas graduadas de la universidad; sin embargo, según la encuesta Continua de Empleo (ECE) para el tercer trimestre del 2013 la fuerza de trabajo costarricense estaba compuesta en un 38,1 % por mujeres. Asimismo, según el INEC (2010) el ingreso mensual promedio de un hombre era de ¢370.996 y el de la mujer ¢314.873.
Entonces, ¿cómo se explica que, siendo las mujeres más preparadas académicamente que los hombres, ingresen en menor cantidad al mundo laboral y ganen en promedio 20 % menos que el hombre por el mismo trabajo?
Existen varias razones. Una es el techo de cristal, término que se refiere a las barreras invisibles que limitan el crecimiento laboral de las mujeres, debido a razones inconscientes o difíciles de probar. Un ejemplo de esto puede ser lo que pensamos que requiere un buen líder: valentía, coraje, ambición; cualidades consideradas masculinas, que cuando se le atribuyen a una mujer, no siempre son vistas de buena forma, ya que se espera que ella sea simpática, amigable, sensible y maternal.
Otro ejemplo son los múltiples estudios que demuestran que al hombre se le asciende por su potencial mientras que a la mujer por su capacidad comprobada. Existe suficiente evidencia de que los procesos de selección no son neutrales al género. Ante dos currículums iguales, se prefiere el del hombre ya que se asume que es más competente y tendrá mayor potencial de éxito.
Cuotas. Por ello surge la necesidad de crear un sistema de cuotas a favor de las mujeres y que el Estado regule la paridad, ya que es más “natural” para el hombre contratar a otro hombre para el puesto y es más común que se obvie a las mujeres.
Las cuotas ayudan a acabar con el monopolio masculino sobre la toma de decisiones y se rompe la ventaja que el grupo dominante ha ostentado por siglos. Es entendible que esto pueda causar temor en algunos hombres, pero es importante que entendamos que el tema de la igualdad no es solo beneficioso para las mujeres, sino para la economía mundial y para las empresas.
El crecimiento económico de un país aumenta más rápido con la plena participación de la mujer en la fuerza de trabajo. McKinsey asegura que de existir mayor paridad, el PIB mundial aumentaría un 26 % ($28 billones).
Por su parte, un estudio de Catalyst, realizado con las empresas Fortune 500, indica que en aquellas con al menos tres mujeres en puestos de liderazgo el retorno es 53 % más alto sobre recursos propios, 42 % más en retorno sobre ventas y 66 % sobre capital invertido, en comparación con aquellas sin mujeres.
Las cuotas ayudan a visibilizar a la mujer y quitar estereotipos dañinos. Al día de hoy, si un hombre comete un error, se le atribuye a esa persona; si lo hace una mujer se le atribuye a la totalidad del sexo femenino. Estas creencias deben eliminarse.
Machismo. Todavía vivimos en un mundo altamente machista. 15 millones de niñas menores de 18 años contraen matrimonio cada año. 1 de cada 3 mujeres sufre violencia a escala mundial. En promedio, cada día mueren 12 mujeres latinas por el simple hecho de ser mujeres. De los feminicidios, el 90 % permanece impune. 14 de los 25 países con mayores tasas de feminicidios se encuentran en América Latina.
Los cambios necesarios para apoyar a la mujer y protegerla no pueden venir de otro lugar que no sea del mismo Estado. De ahí la importancia de legislación a favor de la mujer y el poder contar con más mujeres en los puestos de liderazgo para poder visibilizar estos problemas y atacarlos, por el bien de nuestro país y las futuras generaciones de niños.