La reciente solicitud para siembra de maíz transgénico en el país ha generado mucha polémica. Sin embargo, es una lástima que el tema no se aborde desde una perspectiva científica y técnica. Por el contrario, quienes se oponen hacen más referencia a elementos de carácter ideológico que científico.
Dos argumentos de fondo solamente han señalado hasta ahora quienes se oponen a la biotecnología agrícola: 1) Que existe un estudio del Dr. Seralini, de la Universidad de Caen, Francia, que halló tumores en ratas alimentadas con maíz genéticamente modificado. 2) Que la polinización abierta del maíz puede “contaminar” el maíz criollo de Costa Rica.
Respecto al primer punto, los que se oponen a la biotecnología agrícola dicen una verdad a medias. El estudio existe y fue publicado por una revista de biología. Sin embargo, evitan por conveniencia, decir el resto de la historia. Que se trata de un estudio aislado, frente a cientos de investigaciones similares que dicen lo contrario.
Además, que el estudio del Dr. Seralini fue rechazado por la mayoría de la comunidad científica internacional y que, incluso, la Autoridad Europea para la Salud de los Alimentos (EFSA), a solicitud de la Comisión Europea, revisó la investigación y señaló que “'la conclusión sobre la incidencia de tumores basadas en 10 ratas es un número insuficiente de animales para distinguir entre los efectos del tratamiento y las posibilidades de ocurrencia de tumores en ratas”.
El reporte de la EFSA agrega además que el estudio de Seralini: “' tiene objetivos pocos claros, y es un reporte inadecuado por omitir muchos detalles claves del diseño, conducción y análisis de la investigación. Sin tales detalles es imposible darle credibilidad a los resultados”. La totalidad de este reporte es público, está disponible en http://www.efsa.europa.eu/en/efsajournal/pub/2910.htm.
Entre otros muchos, también el Instituto Federal Alemán de Análisis de Riesgo, asesor del Gobierno en seguridad de alimentos, analizó el reporte y llegó a las mismas conclusiones que EFSA. Puede verse en la dirección siguiente: http://www.bfr.bund.de/en/press_information/2012/29/a_study_of_ the_university_of_caen_neither_constitutes_a_reason_for_a_re_evaluation_of_genetically_modified_nk603_ maize_nor_does_it_affect_the_renewal_of_the_glyphosate_approval-131739.html.
En cuanto al segundo argumento, la polinización abierta, los que condenan la biotecnología dicen otra verdad a medias. Se acusa que el polen del maíz puede viajar largas distancias y “contaminar” otros maíces. Sin embargo, nuevamente omiten decir que prácticamente la totalidad de la polinización ocurre en los primeros 25 metros de la fuente de polen. Esto porque el polen del maíz es grande y pesado; además, al secarse por el calor y el viento, deja de ser viable como reproductor, en dos horas.
En la vida real la polinización sucede dentro de la misma parcela del agricultor. Por esa razón, en la mayoría de países la regulación indica que los campos de semillas de maíz, con fines de certificación, deben estar separados por un mínimo de 50 metros, para evitar el cruce del polen. Que el polen puede viajar kilómetros buscando una hembra, puede sonar romántico, pero no es científico.
El resto de argumentaciones de quienes se oponen a la biotecnología son discursos ideológicos; ¿Por qué poner en riesgo la soberanía alimentaria?, escribía recientemente un agrónomo en La Nación . ¿A qué soberanía se refiere, si Costa Rica importa el 95% del maíz que consume; por cierto, todo transgénico?
Que las transnacionales van a demandar a los pequeños agricultores que tengan rastros de transgénico en sus maíces, dicen otros. Puro discurso sin fundamento, las cosas no funcionan así, ni ha sucedido tal cosa en ninguna parte del mundo.
La mejor evidencia esta aquí muy cerca, en Honduras, que cuenta con maíz transgénico desde hace varios años. Este país tiene sembradas 312.000 ha de ese cereal, y cerca del 10% es maíz transgénico. El resto es maíz convencional y todos los agricultores conviven sin inconvenientes, con siembras transgénicas reguladas por la Comisión Hondureña de Bioseguridad.
Quienes apoyamos la biotecnología agrícola no la defendemos como una panacea, igual que las semillas híbridas o criollas, representa una alternativa más para el agricultor y todas deben sobrevivir en el mercado, a libre elección del agricultor y con las regulaciones técnicas apropiadas.
Si queremos defender la agricultura y la seguridad alimentaria, hagámoslo con altura y sobre una base científica. Los discursos ideológicos y dogmáticos solo sirven para llevar más pobreza al campo.
Martín Zúñiga CropLife Latin America es una ONG. Representa a Bayer CropScience, FMC, Syngenta, Basf, Sumitomo Chemical, DuPont, Dow AgroSciences, Monsanto y Arysta LifeScience.