Hemos caído en un peligroso masoquismo en el que cada quien quiere exagerar más que el otro la magnitud de nuestros problemas, y parece que quejarse constantemente se convirtió en una epidemia nacional. De esta actitud negativa se están aprovechando los extremistas de izquierda.
Por eso es bueno recordar que nuestro país ha logrado extraordinarios progresos mediante un enorme esfuerzo sostenido durante las últimas cuatro décadas. Ese es el caso en el ámbito de la salud.
El pasado. Después de la creación del seguro social en los años 40, llevamos a cabo su universalización en los 70 y ahora se viene impulsando otra reforma para reducir las listas de espera y mejorar la calidad de la atención médica en todos sus aspectos. Lejos de haberlo desmantelado, se fortaleció y, por eso, se redujo la mortalidad de niños en 90%, se eliminaron o controlaron 60 enfermedades y ahora vivimos 18 años más que antes. Todo ello, a pesar de que recibimos a cientos de miles de centroamericanos muy pobres y enfermos.
Por cierto que también es milagroso que, con tanta migración, no se haya disparado el índice de pobreza, que ha podido mantenerse alrededor del 20%. Nuestro país logró también evitar que, por la misma razón, tuviéramos un mayor índice de desempleo y de homicidios. En lugar de retroceso, logramos que los jóvenes, a los 20 años, aumentaran en promedio ocho centímetros de estatura y tengan ahora una salud dental muy superior. A todo ello han contribuido decisivamente las políticas de salud pública.
Sin lugar a dudas, los costarricenses somos hoy mucho más saludables y fuertes que ayer, y yo no quiero volver a ver en mi país a miles de niños muriendo de diarrea, neumonía o desnutrición, como me tocó atender en el pasado. Desde luego, nadie debe dormirse en los laureles, sobre todo porque sabemos que lo que aún falta por hacer es mucho más complejo y costoso que lo que hicimos ayer. Por estas razones, ahora es mucho más difícil avanzar que antes, pero esto no nos debe confundir, sino obligar a redoblar esfuerzos y a ser más creativos.
El futuro. Yo quiero que sigamos avanzando y, para ello, es fundamental conservar y ampliar nuestro sistema de libertades, la democracia participativa y un fuerte desarrollo económico con justicia social en un nuevo acuerdo nacional, serio y responsable, que nos devuelva la tranquilidad ante la inseguridad, la honestidad en vez de corrupción y sensatez en lugar de extremismos. Además, todos debemos trabajar sin descanso, todos los días del año, con la mente abierta a la modernidad y buscando la prosperidad compartida.
Aun cuando falta mucho por hacer, es innegable que también es mucho lo que progresamos en los últimos 40 años en el campo de la salud, y que los nuevos desafíos de hoy son el vertiginoso crecimiento científico-tecnológico, atención de calidad a los enfermos con padecimientos crónicos y a los ancianos, un comportamiento ético de todo el personal y la modernización de los procedimientos administrativos.
Todos estos retos son totalmente diferentes a los que tuvimos en años pasados, y eso nos obliga a estar siempre bien informados, a mirar con seriedad lo que está pasando en el mundo y a estar innovando permanentemente.
Consenso nacional. Para salir victoriosos de estos desafíos, es necesario un consenso nacional sobre la conveniencia de fortalecer tanto al sector público como al privado. Y es que solo contando con un vigoroso desarrollo de ambos será posible mantener una cobertura total de nuestra población y una mejoría sostenida de la calidad de los servicios médicos, comenzando con la formación de médicos de familia o su equivalente, que en un futuro deberán reemplazar a todos los médicos generales en el nivel primario, con el propósito de resolver localmente el 80% o 90% de los problemas de salud de las comunidades.
De esa manera, se evitará la congestión de las camas y especialidades en los hospitales y, en consecuencia, se reducirán también las citas a largo plazo que tanto nos han preocupado, ya que niegan la razón misma de ser de la seguridad social.