¿Por qué no es posible desarrollar proyectos importantes de infraestructura vial en tiempo y costo razonables? Las evidencias de las últimas décadas son contundentes, no somos buenos en el desarrollo de grandes proyectos de infraestructura vial.
Para el desarrollo de proyectos se necesita, en términos generales, claridad sobre los siguientes elementos desde antes de iniciar cualquier esfuerzo.
1. Bases legales e institucionales sólidas, es decir, un marco legal aplicable, práctico y transparente y entidades planificadoras y ejecutoras que sean ágiles y eficientes.
2. Un portafolio de proyectos definido técnicamente, con preinversión y anteproyectos completos y actualizados, así como un modelo de financiamiento establecido por medio de metodologías técnicas y enmarcadas dentro de un verdadero plan de desarrollo a largo plazo.
3. Una impecable gestión de interesados, que abarque las necesidades de la sociedad civil afectada por los proyectos, y que prevea el impacto de estas necesidades en las finanzas del proyecto.
4. Capacidad técnica instalada, tanto en el sector privado como en el público.
5. Apoyo político de alto nivel para la ejecución del proyecto, en un enfoque de política de Estado, no un enfoque de “proyecto del gobierno de turno”.
6. Responsables de alto nivel técnico, comprometidos y amparados por la institucionalidad que deben representar.
7. Una estrategia de comunicación y transparencia de gran efectividad, creadora de confianza en todos los niveles.
8. Por último, liderazgo y credibilidad.
Planificación. Es fundamental que desde antes de anunciar la ejecución de un proyecto, podamos responderle a la ciudadanía con profundidad las siguientes preguntas: ¿Cuál es el proyecto, por qué y con qué fin? ¿Cómo vamos a financiarlo y a fondearlo?, ¿están claros los alcances del proyecto?, ¿existe un diseño formal, completo, revisado y aprobado por expertos? ¿Existe un presupuesto y un programa de ejecución detallado del proyecto? Por último, ¿hay capacidad técnica instalada para la ejecución?
Si los puntos anteriores se pretenden responder delegando en un modelo de contrato tipo alianza público-privada o concesión, cabe entonces preguntarse si se evaluó de forma correcta cuál es el modelo más apropiado para la ejecución del proyecto, y aun cumpliendo este paso, debe entonces responderse lo siguiente:
¿Están resueltos todos los problemas de expropiación? ¿Se tiene planificado, coordinado y financiada la reubicación de todos los servicios públicos? ¿Están cuantificados y diseñados todos los requerimientos razonables de la ciudadanía que se verá afectada por el proyecto?, ¿Están resueltos todos los requerimientos ambientales? ¿Responden los contratos a un modelo que protege los intereses del Estado y facilita de forma equilibrada la ejecución eficiente por parte del contratista?
Conavi. Por otro lado, la administración contratante (Conavi) está representada por una institución que desde un enfoque sistémico, funcional y de análisis de resultados (desempeño) es ineficiente y debe reformarse. Sin duda, debe repensarse completamente el esquema MOPT-Consejos.
La administración contratante es una institución con un alto grado de subejecución de sus presupuestos, no desarrolla procesos de planificación estratégica (estudios de preinversión), desconoce sus propios activos (cuántos puentes hay en la red vial, cuántas alcantarillas, cuál es el espesor de los pavimentos, etc.) y carece de una visión gerencial moderna y eficiente, pues funciona más como un micro-Estado que como un ente ejecutor.
Toda decisión para la ejecución de proyectos importantes pareciera que debe pasar por su “asamblea legislativa” (consejo) y sus criterios políticos por su “poder judicial” (asesoría legal), por su proveeduría (carteles mal redactados y con periodos de redacción gigantescos), debe pasar por su “hacienda” y, por último, por un desgastado “poder ejecutivo”, donde reina más el temor a ejecutar que el temor a la inacción. No es de extrañar entonces que para realizar todos estos procesos se necesiten cerca de 400 funcionarios.
El Conavi no es culpable y no debe ser juzgado como “el pobrecito”, porque no es un ciudadano más; es una institución llena de una enorme cantidad de profesionales de gran valor, formación y compromiso, pero inmersos en una locura institucional digna de la torre de Babel.
¿Cómo podríamos pedirle a Andrey Amador que gane el Tour de Francia subido en un triciclo? Culpables somos todos si no tomamos las medidas necesarias para ejecutar con eficiencia y eficacia la obra de infraestructura que todos necesitamos.
El autor es coordinador de la Unidad de Gestión y Evaluación de la Red Vial Nacional delLanammeUCR.