El título del artículo corresponde a una frase que aparece en el más reciente libro del expresidente de Estados Unidos Barack Obama (Una tierra prometida), obra en la cual el autor narra de manera detallada su paso por la Casa Blanca.
Señala muchas anécdotas de su vida como mandatario, pero también cuenta cómo se ve el futuro de la humanidad desde ese particular puesto de trabajo y lo plantea de una manera dicotómica: utopía o distopía; ya no queda tiempo para escenarios alternativos.
Escribe el expresidente: «Aprendemos a cooperar los unos con los otros y a reconocer la dignidad de los demás, o pereceremos».
Un poco más adelante del libro, Obama agrega un factor actual en su visión del futuro y es la pandemia y, aunque claramente está fuera de su período de gestión en la Casa Blanca, señala que nos empujó con fuerza y mucha aceleración hacia el escenario distópico.
Pero el autor insiste en señalar su optimismo en que Estados Unidos volverá a ser el país que marque el liderazgo y sea referente en la atención de las grandes crisis globales.
Obama, en línea con una serie de organismos internacionales y futuristas, comparte que hay una oportunidad de cambio positiva para la humanidad, de volver a iniciar y renacer en la solución de problemas estructurales.
Avisos de alerta. Alineado con lo expresado por el expresidente Obama, muchos investigadores y muchas investigadoras de prestigio han encendido desde hace décadas alertas sobre la necesidad de transformación en asuntos como el cambio climático, las migraciones, el narcotráfico y el terrorismo.
Más recientemente, el World Economic Forum volvió a poner en la agenda mundial el concepto The great reset (El gran reinicio).
Por su parte, el Millenium Project plantea escenarios futuros en donde se encienden alarmas significativas acerca de la necesidad de revertir prácticas humanas (¿efecto Casandra?).
Puede afirmarse que la evidencia es absolutamente convincente de que tiene que darse un cambio en lo que estamos haciendo y cómo nos relacionamos con el ambiente, con las demás personas y con nosotros mismos; de lo contrario, no podemos esperar cosas positivas en el futuro.
En una frase atribuida a Albert Einstein, el genio habría afirmado que «locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes».
Naturaleza paciente. El planeta nos viene dando tiempo para actuar distinto, pero la humanidad lo posterga; hoy el problema es que, según las voces más calificadas, nos estamos quedando sin tiempo. O se cambia o, como señala Obama, «pereceremos».
Algunos países, e incluso bloques regionales, asumieron el reto del cambio de manera muy seria. Hace unos días tuve la oportunidad de participar en la conferencia The Asia Pacific Futures Network Virtual Conference: Regenerating Asia 2050 (Conferencia virtual de la Red de Futuros de Asia-Pacífico: Regenerando Asia 2050).
Sin excepción, cada uno de los países asumió su compromiso con una visión de consenso en las cuestiones clave con vistas al 2050, pero, además, en lo interno, trabajan en políticas públicas de largo aliento en, por ejemplo, energía, educación, cambio climático, agua, igualdad, ética y justicia.
Algo similar lleva a cabo la Unión Europea en cuanto al clima y su planificación con miras al 2050 en el marco de su «visión estratégica a largo plazo para una economía próspera, moderna, competitiva y neutra desde el punto de vista del clima de aquí al 2050» (Pacto Verde Europeo).
La pregunta vital en esta reflexión motivada en parte por el libro de Obama es: ¿Qué estamos haciendo en América Latina y en Costa Rica, particularmente, en la construcción de una visión del futuro a largo plazo, de formulación de políticas públicas para disminuir las disparidades territoriales, erradicar la pobreza, mejorar la calidad de la educación, la calidad y universalización de la conectividad, la protección del agua y del recurso hídrico, la disminución de la desigualdad social y la sostenibilidad? Sobre todo y quizá lo más relevante, ¿qué estamos haciendo para ponernos de acuerdo en la forma como vamos a concretar todo lo anterior?
Claramente ni un gobierno, ni un congreso, ni un partido, ni un think tank ni un líder mesiánico podrá hacer más de lo que Costa Rica realiza para tomar una senda para convertirse en país justo, inclusivo, equitativo y sostenible, y ser una vitrina para América Latina, como lo hemos sido y lo somos en otros aspectos.
Quisiera terminar el artículo con una frase del libro Una tierra prometida, que según el expresidente Obama le decía él a su equipo cada vez que se cuestionaba el actuar del gobierno por no atender de la mejor manera las necesidades presentes y futuras de la población: «Somos mejores que todo esto».
El autor es docente en la UNA y la UCR.