La apertura económica fue pensada y presentada a inicios de la década de los noventa como un motor que nos ayudaría a dejar atrás la pérdida de los ochenta. La reducción de aranceles y la apertura a la inversión extranjera, entre otros, serían ingredientes que nos pondrían en la misma liga que los tigres asiáticos.
Hoy, en medio de las tensiones globales sobre aranceles, la globalización es vista por muchos con una dosis de escepticismo, y culpable de males como la inequidad y el estancamiento salarial.
¿Ha llegado la hora de que Costa Rica y otros países busquen otro camino? La respuesta es no. La conclusión de nuestro nuevo informe bandera (De promesas a resultados en el comercio internacional: lo que la integración global puede hacer por América Latina y el Caribe) plantea que la apertura comercial sigue siendo necesaria para nuestro desarrollo, aunque debemos mejorar cómo la llevamos a cabo.
La percepción de que la apertura comercial dañó nuestras economías es incorrecta. Según nuestros cálculos, el recorte promedio del 56 % en los aranceles, que ocurrió entre 1990 y 2010, aceleró el crecimiento del producto interno bruto (PIB) per cápita en América Latina y el Caribe en 0,6 % al año. Si bien puede parecer modesto al lado de Asia Oriental, este efecto en el caso de Costa Rica significa un ingreso per cápita de un 37 % más por la apertura.
Alianzas. Si bien resulta exagerado culpabilizar al libre comercio por fallas que corresponden a otras instancias institucionales, políticas y estructurales, hay que reconocer que se deben tomar medidas para que la apertura funcione para todos.
Por ejemplo, se debe mejorar la arquitectura institucional que rodea la política comercial. A menudo, las decisiones suelen recaer en ministerios cuyas preferencias están alineadas con aquellos que se benefician de la protección. Australia es un ejemplo de un país que ha logrado forjar instituciones públicas relacionadas con el comercio que gozan de independencia, capaces de proporcionar análisis y consejos sólidos, y que jugaron un rol fundamental para convertir la economía protegida a una abierta.
La construcción de alianzas a favor del comercio necesita el respaldo de los ciudadanos. La opinión pública sigue apoyando el comercio, aunque es sensible a los mensajes que resaltan potenciales choques negativos al empleo. En Costa Rica, un 66 % declara su apoyo al comercio, aunque baja al 56 % si es percibido como una amenaza para el empleo. Por eso es importante destacar las oportunidades que surgirían gracias al acceso a mercados externos.
Protección útil. Es cierto que el libre comercio produce algunos perdedores. El reto es cómo mitigamos el impacto de los choques comerciales sin perjudicar la reasignación de capital y de los trabajadores hacia empresas y sectores más competitivos. Aquellos programas que aumentan las habilidades y la movilidad de los trabajadores, por ejemplo, reducen los impactos negativos de la apertura comercial. La tendencia se inclina por programas de capacitación de corto plazo, gestionados por el sector privado, disponibles para todos los trabajadores, no solo para quienes han sido desplazados por las importaciones.
Los gobiernos deben superar la obsesión histórica con las manufacturas, un sesgo heredado de la época de la sustitución de importaciones. Una visión más amplia debe incorporar sectores como la agricultura y la exportación de servicios, que han tenido avances tecnológicos notables.
La integración que tenemos en Latinoamérica y el Caribe es una compleja telaraña de 33 tratados comerciales preferenciales. Una racionalización que incluye el acercamiento de México a las grandes economías suramericanas de Argentina y Brasil aumentaría el comercio intrarregional en un 11,6 %, equivalente a $20.000 millones.
La gran liberalización que arrancó en 1990 no fue la panacea que terminaría con el subdesarrollo. No obstante, su balance es positivo. Debemos evitar la tentación de volver al encierro económico y trabajar juntos en una integración que funcione para todos los ciudadanos.
Fabrizio Opertti es gerente del Sector Integración y Comercio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)
Eric Parrado es economista jefe del BID