Foro: Propuesta para la transición al nuevo modelo universitario

Ninguna respuesta a la crisis será perfecta, pero muchas deberían ser tan disruptivas como la misma pandemia

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Para desventura, la pandemia nos sorprendió en una deplorable situación fiscal y con una amplia brecha digital. Ambas calamidades, fruto de nuestras propias incapacidades, magnifican el impacto de la covid-19, la mayor amenaza al bienestar de la presente y futuras generaciones.

Nuestra educación superior pública, espejo de las universidades tradicionales europeas, ha seguido un modelo educativo presencial, inflexible y de enseñanza magistral, que sucumbió ante la emergencia sanitaria y tuvo que continuar por vía digital sin ninguna mediación.

Atónitos por lo acontecido, nos abruman muchas inquietudes: ¿Qué efectos tendrá el cambio en la calidad de la educación?, ¿cuántos alumnos abandonarán sus estudios? Y, principalmente, ¿cómo atender el ingreso de nuevos estudiantes en las universidades, marcados por una deficiente educación debido a la huelga del 2018 y los paros del 2019 del Ministerio de Educación Pública y por la afectación del ciclo lectivo en el 2020 por la pandemia?

Ninguna respuesta a la crisis será perfecta, pero muchas deberían ser tan disruptivas como la misma pandemia. Me atrevo a plantear algunas propuestas para las universidades que, de camino, resuelven también añejos desafíos.

Hacer más y mejor con menos. El tiempo para obtener una licenciatura en una ingeniería de cinco años es, en promedio, superior a siete años y casi la mitad de los estudiantes la abandonan en el transcurso de sus estudios.

Muchas razones explican estos resultados, entre ellas está la deficiente preparación de los estudiantes que ingresan, y que acaban en una alta repitencia de cursos. Otra explicación es la excesiva y rígida carga académica, resultado de un diseño curricular sobredimensionado.

En plena revolución digital y de aprendizaje continuo, lo fundamental es la formación de un profesional robusto en las bases de su disciplina, con visión amplia, habilidades para la vida, dominio de un segundo idioma y de herramientas digitales.

Muchos contenidos y cursos pueden eliminarse dado que hoy los conocimientos pueden adquirirse en el trabajo, con la educación continua o mediante la autogestión del conocimiento.

Lo innovador sería simplificar y flexibilizar los programas de estudio, sin comprometer la educación humanística y cultural que complementan la formación integral, creativa y crítica de todo profesional.

Esta simplificación no solo mejoraría la permanencia y el tiempo de graduación; además, permitiría al estudiante disponer de más tiempo para actividades cocurriculares.

Invito a las universidades y al Sinaes a reflexionar sobre esta propuesta. Considero que, aparte de mejorar la formación de los futuros profesionales, la simplificación y flexibilización de los programas abre la posibilidad de liberar recursos y ampliar cupos para más estudiantes a corto plazo, pues se reduce el tiempo de graduación.

Igualdad de oportunidades. A partir del 2021 las universidades recibirán generaciones de estudiantes con preocupantes deficiencias educativas y de sectores sociales vulnerables.

Además de simplificar los programas de estudios, será necesario revisar los procesos de admisión para evitar la exclusión, fortalecer los programas de becas y los programas de nivelación académica para garantizar su permanencia y éxito académico.

Virtualización y teletrabajo. Aunque prevalecen dudas, hay que reconocer que estas disrupciones impulsan cambios positivos que debemos aprovechar. Creo que la vida universitaria es una experiencia insustituible; por eso, en la nueva realidad, debemos regresar a un modelo educativo híbrido, entre lo presencial y lo virtual.

Es un gran reto atender la Ley 7600 y reconocer que no todos los estudiantes tienen en sus casas un entorno y conexión a la Internet aceptables para participar en condiciones equitativas.

Aliadas para enfrentar la crisis. Nuestras universidades gozan de excelente calidad y sus contribuciones al desarrollo son indudables; basta con reconocer sus notables aportes durante la atención de la pandemia y los esfuerzos por continuar por vía digital.

No obstante, desde hace unos años, ha crecido la desconfianza entre los decisores políticos y las universidades. En vista de la difícil situación fiscal que enfrentamos, este conflicto continuará, sobre todo en lo relativo al FEES.

Este asunto puede zanjarse mediante acuerdos transparentes que demuestren el compromiso de las universidades con soluciones para su insostenibilidad financiera, y que todo posible aumento del FEES tenga como destino la transformación del modelo educativo.

Así, esfuerzos como la atracción, la nivelación, la permanencia, la graduación exitosa y la reducción de brechas regionales evitarían la amenaza de la exclusión y la desigualdad.

Las universidades deben sostener sus programas de investigación y extensión; es recomendable desarrollar una estrategia de trabajo y financiamiento público-privada, coordinada por el Micitt y girar en torno a tres ejes prioritarios: reactivación económica, educación y salud pública.

La pandemia nos abre una oportunidad para impulsar cambios transformacionales. Hacerlo con autonomía, acierto y diligencia es honrar la misión universitaria y la mejor defensa del bienestar de las futuras generaciones.

jucalvo@itcr.ac.cr

El autor es exrector del Instituto Tecnológico de Costa Rica.