Huawei es una pieza esencial en la visión bipolar alimentada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de cara a un nuevo período presidencial. Es el pistolazo de salida para avivar el nacionalismo y asegurar su continuidad en la Casa Blanca.
Esta vez, el microtargeting político de la maquinaria Trump sabe que el enemigo externo debe llamarse China. En el 2016, fue México y la necesidad de un muro fronterizo. Alimentar la hoguera nacionalista le dio buenos resultados en una masa de votantes —conservadora y no tan conservadora— a lo largo del territorio.
El argumento, esta vez, es de perfil geopolítico: el posicionamento digital de China —en toda la escala de la cadena— amenaza a Estados Unidos. Las empresas más poderosas de Silicon Valley se identifican con este escalofrío. Google no tuvo reparos en atender de primero la veda de la administración Trump sobre Huawei.
‘Amenaza’ digital. La disrupción digital impulsada por China es una hoja de ruta trazada con astucia. Pekín controla a escala mundial los metales y minerales esenciales para alimentar nuestra infraestructura digital, administra la tecnología y el acceso a la conexión 5G, dirige la transformación digital y posee lo que necesitan las “energías limpias” para funcionar.
En su programa Made in China 2025, desglosó el imperativo de dominar la tecnología para dar el paso a la IoT (Internet of Things) y la hiperconectividad; de posicionarse en la médula de la economía 4.0. Dejar de ser la “fábrica del mundo” implicaba tener la hegemonía en el despliegue de la red 5G.
En ese contexto, la importancia de Huawei es decisiva en la iniciativa Cinturón y Ruta de la Seda, del presidente Xi Jinping. Una formulación simple diría que la primera “edad” de Internet fue dominada por Estados Unidos y las empresas de Silicon Valley. La visión y táctica de Xi llevan a China a ser la potencia de la “nueva Internet” bajo la configuración 5G. Y es algo que ha hecho bastante bien.
Como señaló Eric Schmidt, expresidente de Google, posiblemente estemos a las puertas de la “bifurcación de Internet en dos redes separadas. Una red liderada por China y la otra que utilizamos”. También lo sostienen Wendy Hall y Kieron O’Hara, en The Geopolitics of Digital Governance, refiriéndose a lo que les parece inevitable: convivir con distintas formas de Internet.
Buen enemigo. El dominio de Huawei en distintos mercados de América Latina —también en África, Asia y ciertas regiones de Europa— ilustra su poder. El caso de Costa Rica es interesante por ser un país soberano dependiente de Huawei en el despliegue de la 5G y cuya economía está sujeta a la bondad del mercado estadounidense. Costa Rica profundiza su relación con China, pero su economía no sobrevive si hay enojos en Washington. Trump ha creído encontrar una piedra eficaz para dañar el andamio de la iniciativa Cinturón y Ruta de la Seda.
Esparta se incomoda por el ascenso de Atenas, diría Tucídides. Reactivar a Esparta como epicentro tecnológico interesa a Silicon Valley. Así, Trump y su equipo saben que la hegemonía digital china es tema rentable con fines electorales. Es la primera vez que una empresa tecnológica es utilizada como protagonista de un discurso electoral que llega temprano. Pekín, entretanto, no se inmuta por los estornudos de Washington.
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El autor es periodista.