El desastre arquitectónico acontecido en la catedral francesa de Notre-Dame, el 15 de abril, ha sido, con todo merecimiento cultural y artístico, un ostensible llamado de atención sobre la necesidad de resguardar los tesoros del pasado para las generaciones del futuro.
Hace menos de un año, setiembre del 2018, un incendio devastó el Museo Nacional de Brasil. En Costa Rica, hemos atestiguado con pesar la desaparición por fuego de la iglesia de Copey de Dota, en el 2017; el mítico Black Star Line de Limón, en el 2016; y la histórica Hacienda Santa Rosa, ubicada en Liberia, en el 2001.
Prolegómenos. Después de varios siglos de arquitectura románica, a principios de la Baja Edad Media (siglo XII), surgió un nuevo tipo de arte constructivo al norte del territorio francés: el gótico en alusión al otrora pueblo de origen germánico de los godos.
Dicho estilo fue desarrollado por constructores especializados en corte y labrado en piedra, conocidos como mattjon (cantero), cuya evolución lingüística derivo luego en vocablos como macon (francés), mason (inglés) y masón (español). Los cuales se agrupaban en guildas (gremios) para la defensa de sus derechos a través de franchises (franquicias), por lo cual fueron también conocidos como franc-masons o francmasones.
Ya que el conocimiento arquitectónico era de enorme valor, no se transmitía a cualquier individuo, debía iniciarse como aprendiz en un logia (del griego logos: conocimiento) y seguir como compañero hasta aspirar a convertirse en maestro.
Fue este estilo arquitectónico bajo el cual se edificó, entre 1163 y 1345, la entonces iglesia de Notre-Dame en la parisina isla de la Cité. Estructura ideada por el presbítero Maurice de Sully, obispo de París, en honor de la Virgen María.
El caso costarricense. El advenimiento de la Edad Moderna, en general, y el Renacimiento, en particular (siglos XV y XVI), generaron el decaimiento del estilo gótico. Pero resurgió con fuerza en el siglo XIX, bajo el nombre de estilo neogótico.
Costa Rica experimentó una fuerte influencia de dicha arquitectura, cuyos primeros ejemplos fueron la antigua iglesia de San Nicolás Tolentino, erigida en 1880 en Cartago por el sacerdote jesuita colombiano y arquitecto autodidacta Santiago Páramo Ortiz. Fue destruida, lamentablemente, por el terremoto de 1910.
Con ese estilo se construyó la iglesia neogótica de la Merced, obra del ingeniero Lesmes Jiménez Bonnefil y el arquitecto Jaime Carranza Aguilar. Jiménez fue también el responsable de dos iglesias neogóticas en cantones de Heredia, la de San Isidro Labrador y la de San Rafael Arcángel, así como de la iglesia de San Vicente Ferrer, en Moravia.
Mención especial merece la iglesia neogótica de San Isidro Labrador en Coronado, ideada por el arquitecto Teodorico Quirós Alvarado, por la gran cantidad de elementos artísticos en común con la de Notre Dame. Así como la iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes en Grecia, erigida por el ingeniero Lucas Fernández y cuya estructura total es de hierro. Única en el país.
Reflexión. El estilo neogótico en Costa Rica también se manifestó en la antigua fachada del Hospital San Juan de Dios (hoy desaparecida), en el viejo edificio del Hospital Psiquiátrico Chapuí, del cual solo se conserva la nave central. En lo referente al arte funerario, se puede apreciar en mausoleos del Cementerio General.
El incendio que consumió parte de Notre Dame no solo nos permite recordar que su refinado estilo arquitectónico está presente en nuestra patria. Lo realmente relevante estriba en la protección del acervo patrimonial costarricense para no tener que imaginar nunca cómo fueron nuestros tesoros arquitectónicos, sino admirarlos en todo su esplendor.
El autor es profesor en la cátedra de Historia del Derecho de la Universidad de Costa Rica.