Pregunta Facebook que qué estoy pensando. ¡Que tengo más de un año sin trabajo, carajo! ¿En qué más podría estar pensando inmersa en esta angustia?
Pregunta Facebook que qué estoy pensando. Pienso que si quiero ser más eficaz, mejor le cuento a La Nación que ya no sé qué más hacer para que una buena empresa me dé un buen trabajo, y no verme en la penosa y frustrante tarea de tener que andar «pulseándola» en trabajitos temporales que remuneran solo para comprar el arroz, que desgastan todas las ilusiones de un buen futuro y van agresivamente borrando la seguridad en mis capacidades laborales.
A los que experimentamos esta angustia entre pecho y espalda, porque no tenemos trabajo, nos dicen que hay que modificar el currículo para ajustarlo a la empresa a la que se solicite el empleo.
Nos dicen —como con mucha sabiduría— que hay que bajar la pretensión salarial. ¿Qué carambas se le modifica al currículo si lo que está allí es en lo que uno se capacitó y en lo que ha trabajado?
¿Por qué bajar la pretensión salarial, si lo que se pide es lo que se necesita para pagar las deudas, los gastos fijos y comprar la comida necesaria? ¡Es que ni siquiera está uno en posición de hacer punta a viajes de placer o comidas en restaurantes ni a beneficios de altos ejecutivos!
Entonces, si es para subsistir, el sueldo que se pide y que —valga la aclaración― no remunera experiencia y conocimientos en la gran mayoría de los casos, ¿por qué tenemos que bajar la pretensión salarial?
Queda perder la casa y vivir de la caridad o tomar alguna decisión radical para, de un porrazo, no ser carga para nadie.
Al menos en mi caso, después de 30 años de trabajo a conciencia y después de haber perdido también todo el capital jugándome un chance de la vida en un emprendimiento que mutiló muchas alegrías, que a mis 53 años ese sea el panorama, es demasiado desalentador.
Yo quería creer más en un sistema que recompensara el esfuerzo. Yo quería creer más en la justicia, en la retribución universal al mérito.
¿Qué pienso?, que prontito, prontito no más, cuando lleguemos a ciudadanos de tercera, por no tener trabajo, serán pocas las opciones que nos quedarán a quienes no nos contratan por nuestra edad.
La autora es asistente administrativa.