Bolivia es un país fascinante, un diamante en bruto que no ha podido mostrar toda su belleza al mundo.
Quienes hemos tenido la oportunidad de conocerla y vivirla caemos rendidos ante su diversidad y riqueza cultural, sus bellezas naturales, su exquisita gastronomía y la nobleza y tenacidad de su gente.
Evo Morales fue el primer indígena en alcanzar democráticamente la presidencia de su país, gracias a un apoyo inobjetable del sector que representaba. Tras su llegada al poder, hubo muchos cambios en la sociedad boliviana: se promulgó una nueva Constitución Política que incorporó el concepto de Estado plurinacional, lo cual consiste en el reconocimiento de un Estado conformado por múltiples pueblos o grupos sociales, originarios y no originarios.
Debo admitir que durante los primeros años de gobierno su gestión no estuvo nada mal, las finanzas mostraron número positivos con franco crecimiento del producto interno bruto y en el ámbito social la pobreza disminuyó y mejoró considerablemente la condición de vida de los indígenas.
No obstante, conforme pasó el tiempo, fui descubriendo otros aspectos del gobierno que, lamentablemente, no eran positivos.
Gobernaba solo para un sector de la población, parecía que quien no fuera partidario del Movimiento al Socialismo (MAS) no merecía el apoyo del Estado.
La administración empleaba continuamente su retórica socialista, que probablemente para personas con cierto nivel educativo no pasaba del simple discurso político, pero para el gran sector campesino e indígena, en muchos de los casos, significó un adoctrinamiento como yo nunca antes había visto.
Balanza inclinada. Un aspecto que me impresionó, como demócrata y costarricense, fue la manera de tratar a los opositores. Los derechos y garantías no eran parejos en Bolivia. Si una persona era próxima al MAS y cometía un delito, gozaba de un trato preferente; eran más benevolentes. Pero cuando se trataba de un opositor, las cosas eran distintas.
Fueron numerosas las causas judiciales de las que tuve conocimiento, en las cuales se procesaba judicialmente a oponentes por hechos que estaban sobradamente prescritos o simplemente no tipificaban como delitos.
Fue cuando empecé a cuestionarme la independencia del Poder Judicial y el poder de influencia del gobierno en el ámbito judicial.
Considero que Morales pasó de ser un presidente demócrata a un gobernante autoritario cuando decidió postularse para nuevos mandatos, aunque existía una prohibición constitucional y un pronunciamiento en su contra que quedó patente en el referendo del 21 de febrero de 2016.
A partir de ese momento, la represión política se intensificó y el discurso racista del gobierno se agravó.
Dentro de la retórica del expresidente Morales, el término pueblo se limitaba a sus seguidores. La semilla de la división empezó a germinar y el desencanto de la población aumentó de manera considerable cuando se descubrió la sed de poder.
Salida de Morales. Lo sucedido recientemente en Bolivia no fue un golpe de Estado. Fue algo sumamente particular, probablemente un hecho insólito, una experiencia social nunca antes vista en Latinoamérica.
No hubo un golpe de Estado, fue un movimiento de barrios y entidades cívicas, fortalecidas por los jóvenes, quienes se entregaron y salieron a las calles.
Puedo entender que aquellos cuyas simpatías políticas están con el expresidente de Bolivia señalen que hubo un golpe de Estado. Pero un demócrata debe ver el contexto, defender la libertad, la institucionalidad, el derecho al sufragio, sin caer en la demagogia selectiva para dispersar la atención de donde está el meollo del asunto y no causar confusión ni prestarse a intereses autoritarios.
Bolivia vive momentos muy, pero muy difíciles, causados por la ira de un pueblo dividido, que fue gobernado por un régimen que se aferró al poder y, lamentablemente, en lugar de unir a un país plurinacional lo partió para beneficio propio.
El esfuerzo que algunos hacen para reconducir la frágil institucionalidad hacia la democracia merece el reconocimiento y apoyo de todo demócrata.
El autor es exembajador en Bolivia.