Está de más añadir otra teoría que desarrolle el concepto de burocracia, término que ha sido vulgarizado al extremo, hasta convertirlo en una calificación oprobiosa para quien sea parte de esta. Empero, es menester comentar la naturaleza de este tipo de organización, pues sea cual fuere la coyuntura, la burocracia siempre está en boca de todos.
Algunos pensadores han alimentado el imaginario colectivo. Le asignan, unos, el rol de villana a lo que vendría a ser el conjunto —usualmente jerárquico— de los procesos administrativos. Otros, en su afán de convertir en teórico todo lo relacionado con el ser humano, aseguran que en la burocracia se halla el camino al éxito de las naciones. Ambas posturas fueron diluidas con el paso del tiempo, aunque la primera se mantiene más vigente que la segunda.
Los hombres y las mujeres requieren organización en el ámbito social para desarrollar mejor sus labores. Además, como en casi todo lo que atañe a ellos, la solución al problema burocrático no se encuentra en los extremos. Es decir, es necesario —mejor dicho, inevitable— cierto grado en la sociedad, mas a esta no debe asignársele el desarrollo de todos los procesos. Por ende, una postura como la del economista Ludwig Edler von Mises nos es de mucha utilidad.
No es negativa. Para Mises, la burocracia no tiene una condición negativa intrínseca (como la mayoría ha olvidado) pues hay ámbitos en los cuales resulta mucho más eficiente la organización social que confiar en que la libertad completa de los individuos en el quehacer de determinados asuntos solucionará lo cometido.
Exempli gratia, la seguridad de un país, para la cual no se muestran incentivos suficientes desde la postura individual para desarrollarla a plenitud.
Resultará, pues, un tanto curioso para ciertas personas escuchar a uno de los pilares del liberalismo enfatizar esto, pero dado que la burocracia se presenta como resultado de la administración social y colectiva —y que todos firmamos el famoso pacto de Rousseau— no es un hecho sorprendente.
El punto medio. Por tanto, si se parte de esta perspectiva, notaremos que esta teoría se asemeja más a la cotidianidad: un punto medio es necesario para desenvolverse eficientemente.
La burocracia, entonces, no solo se presenta en el sector público, sino también en el privado. No obstante, aquí sale a colación el sistema de incentivos empresariales particulares, el cual hace la gran diferencia entre la burocracia en el mercado y la burocracia en el Estado.
La distinción, aunque importante, no cambia la esencia de la cuestión: la burocracia abunda en la sociedad. Aún más, se amplía la idea —sostenida con argumentos similares a los anteriormente mencionados (como bien los desarrolla la economista Mariana Mazzucato)— al estipular que resulta ineludible tener ambos tipos burocráticos en una sociedad, lo cual implicaría la coexistencia del quehacer estatal y el empresarial.
El problema nace de esta relación que debería ser simbiótica mutualista y equilibrada, pero puede convertirse fácilmente en parasitismo. La inexistencia de un sector público crearía una sociedad incapaz de satisfacer la necesidad de ciertos grupos sociales y sería ineficiente para lidiar con las externalidades del mercado.
El problema nacional. Por el otro lado, un sector público de gran tamaño se vuelve, con el pasar de los años, insostenible por naturaleza, porque esta forma de burocracia no está hecha para aplicársela al mercado puro.
Este último es el problema que agobia a Costa Rica, y es ahí donde brilla la opinión del vulgo. En vista del exceso de burocracia estatal, se entorpecen las funciones, se le da un golpe fútil a la eficiencia y resulta, al final, en un enjambre de procesos —necesarios unos e innecesarios otros— que abruman a quien intente inmiscuirse en ellos.
Lo anterior, aunado a la notoria falta de preparación de ciertos gobernantes, ha causado una deformación de lo que llamamos burocracia, cuando en realidad vendría siendo un peso desmedido de esta. Por ello, se le asigna tan degradante connotación a una organización regulada que no es más que una parte de la naturaleza humana.
El autor es estudiante de Economía.