Foro: La cara de la pobreza

Los niños y las niñas que superan las carencias de su infancia deben borrar la huella de su pasado

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El niño que vio la cara a la pobreza cargará de por vida una huella mnémica. Puede haber decidido de manera temprana que, para dejar de verla, deberá asistir a la universidad. Puede, de igual manera, proponerse a temprana edad no depender económicamente de nadie.

El niño pudo haberse trazado de manera mental una escala de ahorros de por vida, que lo sacarán de su estado de pobreza en su edad adulta. Sin embargo, la cara de la pobreza no lo abandonará mientras no borre esa huella.

Este estado de tragedia, el cual se subsana con dinero en la edad adulta (como debe pasarles a muchos otros) desaparece de manera física, de acuerdo con el plan (físico) del astuto niño. No obstante, la impresión de la pobreza en el alma del niño-adulto no partirá tan fácilmente.

Las muestras de la cara de la pobreza se verán en los múltiples artículos inservibles guardados en la bodega. Conservados con la esperanza de que si en algún momento algo llegara a faltar, con esa paca limpiará de nuevo la cara a la pobreza.

La necesidad de guardar lo innecesario refleja que al niño le faltaba un plan para espantar la cara de la pobreza de su corazón.

La necesidad de guardar y guardar dinero en incontables visitas al banco, perdiendo la cuenta de lo mucho que se tiene y podría disfrutar de manera individual y con los queridos, refleja que, por más ceros que se agreguen, el dinero aumenta en el estado bancario, pero no colma el alma del niño que ha visto la cara a la pobreza. No tenía un plan para sacársela del alma.

¿Cuestionable? No. ¿Doloroso? Sí. ¿Arreglable? Tal vez. Si utilizáramos un punto de vista lacaniano del mundo, el sujeto atrapado por la cara de la pobreza fijó en su inexistencia el objeto de su deseo.

Su registro simbólico le dice que la pobreza es indeseable; su registro imaginario velado lo hace seguir viéndose pobre, aunque ya no lo es. La realidad de su vida está trastocada por ese objeto inalcanzable.

El sujeto, el mismo niño que en el espejo ve la cara de la pobreza, debe someterse a un duelo a conciencia, que deberá conducir a una recomposición del sujeto, a la comprensión de la no existencia real de esa pobreza ni en el hoy ni en el mañana.

Dejar ir la cara de la pobreza, permitirá disfrutar el aquí y el ahora de manera plena. Soltar esa cara ayudará al sujeto a reconstruir el presente. Para recomponer al sujeto, debe emplearse la herramienta mayor: el lenguaje.

La historia debe ser contada y resimbolizada de manera íntima y honesta. Caso contrario, el sujeto se pierde, se funde y se consume junto con esa cara de pobreza que lo persigue.

paulamoramora@yahoo.com

La autora es economista y estudiante de Psicología.