Foro: La belicosa Rusia de Putin

Para retomar el poderío de antaño, el presidente tiene una estrategia de cuatro dimensiones.

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En el pensamiento dominante durante la administración Obama, Rusia era una potencia regional. El presidente lo expresó así en más de una ocasión para gran frustración de su homólogo, quien se refería a la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) como la mayor catástrofe geopolítica en la historia de Rusia.

La contraposición de esas visiones explica en gran medida la política exterior de Vladimir Putin, cuyo objetivo último es que Rusia recupere su estatus de potencia global y se reconstituya en área de influencia más allá de los Urales.

El propósito de Putin tiene cuatro dimensiones. La primera es la militar; el recurso de poder tradicional. En este caso, es la dimensión estratégica con la proyección geográfica más reducida por ser la más cara tanto en recursos materiales como humanos.

Para nadie es un secreto que la Rusia de Putin carece de ambos: la economía casi no crece y la población se está reduciendo. Moscú pudo someter al separatismo checheno y ahora fomenta con relativo éxito el separatismo ruso en Ucrania. Ha anexado de hecho Crimea y apoya tanto en el plano logístico como en efectivos la rebelión de los separatistas rusos en la región de Dombás.

Amenaza latente. Lituania, Letonia, Estonia y Bielorrusia, los otros países limítrofes y con numerosas minorías de origen ruso, se sienten, con razón, potencialmente amenazados. De estos, Bielorrusia es el más débil. A los países bálticos y Polonia, el más poblado de los vecinos de Rusia, los protegen sus membrecías a la OTAN y la Unión Europea.

La población polonesa es más homogénea y cuenta, además, con una tradición nacionalista antirrusa de larga data.

La segunda dimensión es la energética. Moscú utiliza su riqueza petrolera y sus reservas de gas natural como recursos de poder frente a países europeos deficitarios en hidrocarburos.

El gigante Gazprom construye el gasoducto submarino ruso-alemán Nord Stream, pese a la oposición de Estados Unidos, Suecia, Polonia y los Estados bálticos por razones medioambientales y de seguridad.

Dichas naciones preferirían una alternativa terrestre sobre la que tendrían algún control. Gracias al gasoducto, Rusia se convertiría en un fuerte proveedor de energía a Europa occidental, en particular a Alemania.

Ataques y falsedades. Las otras dos dimensiones de la ofensiva estratégica rusa —la guerra cibernética y la desinformación— tienen proyección global: los piratas cibernéticos rusos tienen la capacidad de intervenir en todos los rincones del mundo, y lo han hecho, como ya sabemos, en las elecciones de Estados Unidos y Brasil, así como en el brexit del Reino Unido y el independentismo catalán, por citar los casos mejor documentados.

El objetivo es la desestabilización de las sociedades y el apoyo a los movimientos y partidos de extrema derecha desde el tácito sostén a las posiciones de los gobiernos del Grupo de Visegrado en la Unión Europea (Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia) hasta la explícita complicidad con los partidos en plena expansión, como la Liga, en Italia, y la Agrupación Nacional, antiguo Frente Nacional de Marine Le Pen, en Francia; o los guiños a los partidos en desarrollo, como Vox, en España, o Alternativa, en Alemania.

Asociada a la guerrilla cibernética, los rusos se han especializado en la fabricación o difusión de noticias falsas: el ficticio tráfico de niños orquestado por Hillary Clinton en una pizzería en Washington, los “millones” que les ha robado Bruselas a los británicos o los supuestos vínculos de la activista Greta Thunberg con el milmillonario George Soros. Si no son los rusos quienes inventan las mentiras, ellos contribuyen a su propagación. Para todos los fines útiles, hoy por hoy, los rusos son los campeones de las fake news.

Método eficaz. La nueva estrategia rusa no solo es barata, sino que también ha resultado tremendamente eficaz. Una de las razones para ello radica en la particularidad de no involucrar al Estado de manera oficial. Dicho de otro modo: no es el Estado el actor principal, en la mayoría de los casos los perpetradores son entes privados: en Ucrania, no son soldados del Ejército ruso quienes actúan; son mercenarios. Gazprom es una empresa privada y los hackers lo son también, al igual que los que crean falsedades y las propagan.

De hecho, Putin ha retomado muchas de las viejas técnicas usadas por los soviéticos con ayuda de las redes que le proporcionaban los partidos comunistas y las organizaciones de simpatizantes de izquierda en todo el mundo.

Toda una escuela europea de internacionalistas considera que la mayor amenaza para el orden internacional desde la posguerra viene de la Rusia de Putin, no de la China de Xi Jinping, por más que Trump diga lo contrario.

ceguizab@gmail.com

La autora es exembajadora de Costa Rica en Italia.